La realidad no existe. Esta frase lapidaria puede escucharse en no pocas ocasiones dentro de libros y conferencias con pretensiones metafísicas de mayor o menor calado y nivel de rigor. No obstante la frase leída literalmente puede dar lugar a error en su compresión. Vamos a intentar aclarar un poco su verdadero significado.
Lo que verdaderamente se quiere expresar con esta sentencia es que la realidad, como ente objetivo, sí que existe de alguna forma, lo que ocurre es que no puede ser percibida sino es a través del espeso filtro de nuestro sistema mental.
La realidad puede ser explicada de múltiples formas. Algunas de las explicaciones que en apariencia parecen más asépticas son aquellas proporcionadas por las ecuaciones de la física y las matemáticas. Sin embargo la descripción detallada de la estructura de un átomo de hidrógeno o del proceso bioquímico que ocurre en la corteza cerebral poco tienen que ver con la realidad que perciben la mayoría de los individuos. En ese tipo de realidad tienen más importancia las sonrisas, los sentimientos, las expectativas o las conversaciones.
Lo que ocurre en definitiva es que no existe una única realidad sino una multiplicidad infinita de realidades que, eso sí, pueden estar basadas en una misma realidad de base inconocible.
Para empezar, la cantidad de información que reciben nuestros sentidos a diario es muchísimo mayor de lo que somos capaces de procesar. El cerebro discrimina, filtra y selecciona la información que cree relevante que es una mínima porción del total de información que nos rodea. Además ese filtrado es considerablemente diferente en cada individuo. Para ese filtrado no solamente influye la información que proporcionan los sentidos sino todo el universo simbólico que ha ido posándose en nuestra estructura cognitiva a lo largo de nuestra vida e incluso más allá. Ese universo simbólico no solo incluye las experiencias vitales propias sino el legado cultural de la sociedad en que habitamos y la herencia de filias, fobias, prejuicios e ideas preconcebidas de nuestros antepasados que, de alguna forma, siguen vivos en nosotros a través de la educación recibida.
El complejo cocktail que surge de mezclar todos esos elementos que han construido nuestra estructura psicológica y cultural es lo que acaba determinando nuestro modelo de realidad, que no es más (ni menos) que nuestra particular versión personal de la realidad que creemos objetiva. Ese modelo de realidad que nos formamos determina en gran medida como van a ser nuestras reacciones ante los hechos que nos presenta la existencia, de ahí la importancia de saber reconocer dicho modelo de realidad que nos es propio e intransferible.
Ser conscientes de nuestro modelo de realidad (al menos en cierta medida), es un primer paso para poder adecuar dicho modelo a nuestras intenciones conscientes. Y si nuestro modelo de realidad es, de hecho, nuestra realidad, la posibilidad de poder dirigirla nos abre una puerta para mejorar nuestra vida.
Pero para tener un mínimo de garantías de éxito es recomendable ser lo suficientemente honestos (y valientes) para poner en tela de juicio constantemente todas nuestras creencias, incluidas aquellas que consideramos verdades absolutas. Esto no quiere decir que renunciemos a la primera de cambio a todas nuestras certezas pero sí que adoptemos una actitud lo más abierta posible.
Cómo no es posible transformar completamente nuestra percepción del mundo de la noche a la mañana es conveniente re-evaluar nuestro modelo de forma progresiva. Conforme cuestionemos nuestros pilares simbólicos iremos descubriendo nuevas perspectivas que irán enriqueciendo nuestra visión del mundo.
No nos hagamos ilusiones, la mayoría de nuestra actividad mental es inconsciente. Manipular nuestro modelo de realidad no es un camino fácil ni necesariamente plácido pero es una forma de encontrar una vía de escape que nos ayude a ensanchar nuestra comprensión de la realidad. La mayoría de personas permanecen durante toda su vida ancladas a un limitado modelo de realidad. Esto no es necesariamente un problema cuando ese modelo les proporciona una existencia armoniosa, el problema es que en la mayoría de los casos nos encontramos con modelos de realidad pobres y miserables que acaban creando un montón de sufrimiento en la persona que los adopta de forma incondicional.
Es cierto que la libertad para escoger un modelo de realidad no es ilimitada. En algunos casos los condicionantes bajo los que nace una persona incluso le imposibilitan para realizar ningún cambio fundamental en su vida. Pero, ¿es ese tu caso?. Normalmente solemos tener más margen de maniobra del que pensamos y expandir nuestro modelo de realidad puede ayudar a mejorar la calidad de nuestra existencia.
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