miércoles, 19 de octubre de 2016

Los dos personajes de nuestra vida



Durante los primeros años de nuestra vida vamos construyendo un personaje para representarnos a nosotros mismos sobre la tierra. Nos inventamos ese personaje basándonos en nuestros miedos, nuestras frustraciones y la falsa imagen que de nosotros proyectan los demás.

En la gran mayoría de los casos nuestro propio inconformismo hace ese personaje que nos hemos inventado no nos guste. Nos desagrada porque le encontramos un montón de defectos así que nos inventamos otro personaje que corresponde a la persona que nos gustaría ser o la que creemos que gustaría a los demás. De esta forma nos pasamos la vida entera intentando convertir el personaje que creemos que somos en el personaje que nos gustaría ser.
El problema es que ambos personajes son falsos. Ninguno de ellos somos nosotros realmente.

¿Entonces quiénes somos realmente? Esa es una pregunta muy interesante y contestarla supone un trabajo que nos puede llevar toda la Vida. Se trata del camino del autoconocimiento.

No se trata de un camino fácil ni rápido, pero sin duda es una senda que vale la pena recorrer.

Imagen : Adobe Stock

jueves, 4 de agosto de 2016

Mis tres ciudades

Tricity
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Hay muchos sitios en el mundo que me gustan y aún son más los que me gustaría descubrir y que estoy seguro que también me encantarían, pero hay tres ciudades en el mundo que han marcado mi vida y la siguen marcando mucho. Esta ciudades son BarcelonaMadrid y Lisboa.
No quiero decir que no hayan lugares más bellos del mundo ni siquiera considero que tengan que ser los lugares más bonitos que he visitado, pero son tres ciudades que forman parte indivisible de mi biografía aunque no he tenido residencia en ninguna de ellas. No obstante que no haya tenido residencia en ellas (ese honor se lo llevan primero Santa Coloma de Gramanet y luego Montcada i Reixac) no quiere decir que no haya vivido en ellas, de hecho gran parte de mi vida ha transcurrido en ellas; esto quiere decir que he sido feliz en ellas, he paseado, he trabajado, me he emocionado, he disfrutado, he sufrido, he crecido, he reído y he llorado en ellas. Porque al final la vida se mide en horas y en la intensidad de éstas y son muchas y muy intensas las horas que he pasado en estas tres grandes urbes.
Aunque amo a las tres con todas mis fuerzas la relación con ellas siempre ha sido distinta de la misma forma que no amamos de la misma manera a una madre, a un/a amigo/a o a un/a hermano/o. Cada una me ha conquistado de forma distinta. He aquí un breve resumen.

Barcelona

Es la ciudad en la que nací y a la que considero que pertenezco (en el sentido literal, yo le pertenezco a Barcelona). Mi amor por esta ciudad ya viene de nacimiento, jamás me he planteado mi vínculo con ella. Lo doy más que por hecho no sólo porqué fue el lugar al que llegué al mundo sino porque ya desde que tengo memoria siento ese hilo umbilical que me une a mi ciudad para siempre.
Barcelona es una ciudad auténtica en el sentido más pleno de la palabra y aunque me entristece reconocer que la presión turística de los últimos tiempos le ha hecho perder parte de esa autenticidad en favor de una cultura especulativa de cartón piedra, cuando tienes tantas toneladas de magia como tiene la ciudad condal, puedes permitirte el lujo perder parte de esta autenticidad y seguir conservando ese hechizo que atrae a tantas personas de todo el mundo.
A mucha gente de todas partes del planeta les fascina Barcelona y lo entiendo. Barcelona es una ciudad esotérica llena de misterios que pasan desapercibidos a la parte racional y consciente de la mayoría de vecinos y visitantes pero que es captada por la sensibilidad inconsciente que hay en cada ser humano, de ahí que muchos sientan esa atracción por esta ciudad sin saber muy bien porqué. Por supuesto es algo que se intensifica conforme inviertes más tiempo recorriendo sus calles.
A mi me encanta dar largos paseos por Barcelona, es una de mis actividades favoritas y en las que invertiría gran parte de mis horas libres si no tuviera que atender otras obligaciones. Simplemente soy feliz atravesando sus aceras en silencio y dejándome impregnar por su hechizo.

Madrid

Mi relación con Madrid es excelente. Es una ciudad por la que siento auténtica pasión, pero no siempre fue así. Las primeras veces que fui a Madrid sus dimensiones me abrumaron, todo me parecía enorme y desproporcionado hasta el punto  que durante mucho tiempo, erróneamente pensé que no me gustaba. Pero nada más lejos de la realidad, fue simplemente la impresión inicial como cuando pides el plato principal en un buen restaurante y te sacan un manjar de tamaño gigante y adornado con todo tipo de viandas y guarniciones, o cuando te presentan a una persona con una personalidad arrolladora. En ambos casos te sientes intimidado, piensas que no te lo vas a poder comer, en el caso del plato o que no vas a saber como relacionarte, en el caso de la persona.
Pero superado ese shock inicial, cuando empiezas a conocer más de cerca a esta ciudad infinita e intuyes todo lo que tiene que ofrecerte, empiezas a disfrutar de un modo que solamente Madrid te puede provocar. Madrid es de esas ciudades que seguiría sorprendiéndote aunque vivieras 1000 años. Aunque he estado cientos de veces siempre descubro nuevos mundos dentro de ella. Madrid es una ciudad que incluye a muchas otras en su interior y todas ellas increíbles.

Lisboa

Lo de Lisboa fue una auténtico amor a primera vista. En cuanto la visité por primera vez supe que estaría enamorado de ella de por vida. Y como todo buen flechazo que se precie, no sabría explicar que fue lo que me enamoró de ella, simplemente se produjo el milagro y la magia que aún hoy día me acompaña.
Lisboa emana una magia tan intensa como la de Barcelona pero es aún más sutil. Te envuelve desde el primer segundo y esa luz tan especial que tiene se clava en tu percepción para siempre. Mi ánimo siempre se calma y se vuelve más melancólico y sensible cuando estoy allí. Aunque no fui por primera vez a Lisboa hasta que ya fui adulto tengo la sensación de haberla conocido de toda la vida cuando paseo por sus calles. Al igual que me ocurre con Barcelona y Madrid tengo la sensación de pertenecer allí, no me siento extraño. Me gusta pensar que aún cuando me haya retirado de la primera línea del trabajo profesional, siempre encontraré unos días al año para encontrarme de nuevo con mi amor que es Lisboa.
Como ya he comentado en alguna ocasión, considero que el ser se compone de tres grandes dimensiones complementarias, una parte física, un aparte mental y una parte emocional y que la mayor parte de aspectos de la vida tiene un equivalente con estas tres dimensiones. Pues bien en el caso de estas ciudades (al menos en su relación con m persona), Barcelona sería la parte física la que está directamente vinculada a mi cuerpo, como si ella y yo fuéramos uno. Madrid la parte mental, la que más tiene que ofrecerme como estimulación intelectual y Lisboa, sin duda la parte emocional la que me hace sentir en estado de perpetuo enamoramiento.
Imágenes de Moyan BrennFelipe Gabaldón y Yann Coeuru

martes, 2 de agosto de 2016

La manipulación




Todos nosotros somos manipulables. Todos, no conozco ninguna excepción. Quizá no todos lo seamos en la misma medida pero el caso es que cada día somos manipulados por múltiples agentes; los medios de comunicación, la sociedad, los compañeros de trabajo o estudio, la familia e incluso por nosotros mismos.
No es nada nuevo, la voluntad de manipular y la capacidad de ser manipulado es tan antigua como el ser humano. La novedad en esta ocasión es que las tecnologías digitales unidas a la cultura publicitaria nacida en el siglo XX ha hecho que los niveles de manipulación a los que se ha llegado llegan a rozar niveles de paroxismo.
A casi nadie le gusta reconocer que es manipulado, quizá sea por el reconocimiento que ello lleva implícito de pérdida de voluntad individual y falta de control sobre nuestra propio yo que tanto nos asusta. Pero el caso es que todo el mundo manipula a todo el mundo. Manipulan las empresas comerciales a través de la publicidad para vender sus productos, manipulan las instituciones políticas a través de la propaganda, manipulan los empresarios, directores y líderes de equipo de trabajo a través de la autoridad que se les concede, manipulan las familias a través de los lazos emocionales que hay establecidos. Pero no olvidemos que en ese juego todos somos víctimas y verdugos. No hay ningún manipulado que no haya actuado a su vez como agente manipulador. Sí, tú también amigo/a lector/a, quizá no lo hayas hecho utilizando la elaborada maquinaria de marketing de una empresa, quizá ni siquiera lo hayas llegado a hacer de forma totalmente consciente, pero que no te quepa duda de que nadie se escapa del impulso de manipular voluntades ajenas en beneficio de la propia o de la de alguien que a su vez nos está manipulando a nosotros.

Pienso que dentro de este contexto el reto no es pretender no ser manipulado por nadie, ya que esto no tendría mucho sentido, sino intentar ser consciente del momento y del modo en el que estamos siendo manipulados. Esto no siempre va a ser posible desde luego, y tampoco el  hecho de ser conscientes nos garantiza que sea posible zafarse de dicha manipulación, pero al menos contribuye a elevar la confianza en nosotros mismos y otorga cierta sensación de libertad, pues en el instante en que eres plenamente consciente de estar siendo manipulado, puedes elegir entre seguir la corriente o hacer otra cosa. Como digo, no siempre es posible zafarse de ser manipulado (cómo cuando un superior nos presiona para que actuemos de tal o cual manera delante de un cliente específico bajo amenaza de perder el empleo) a veces ni siquiera es deseable (como cuándo estamos encantados y felices por comprar aquel producto que no necesitamos aún sabiendo que no lo haríamos si no hubiéramos visto tal spot publicitario) pero en muchas ocasiones sí.

Desafortunadamente las técnicas de marketing y manipulación social han llegado a tal punto de sofisticación que esta tarea se convierte cada vez más en una heroicidad. No hace falta más que entrar un día cualquiera a las redes sociales para ver hasta que punto la opinión de una cantidad muy importante de la población se moldea con la facilidad de la plastilina. Ni siquiera es necesario presentar argumentos, de hecho es hasta contraproducente, basta con colocar de forma acertada la soflama de turno, mientras más histriónica mejor, y tendrás a un montón de gente diciendo lo que quieres oir.
Una vez más esto no es nuevo, se viene practicando desde hace siglos, pero insisto; las nuevas tecnologías han refinado la forma de adivinar las reacciones del individuo (y por lo tanto predecir su respuesta) hasta un nivel que realmente asusta.

En los últimos años he tenido la oportunidad de estudiar de cerca las herramientas de digital marketing que la compañía en la que trabajo comercializa en el mercado. Es literalmente, inquietante comprobar como a un algoritmo le bastan unos segundos de interacción con un usuario para adivinar con un margen de error ridículo el perfil de población al que pertenece esa persona y predecir que información le debe ser presentada delante de sus ojos para provocar la acción deseada por el dueño de la web. El nivel de efectividad es tan asombroso que es casi imposible no sentir escalofríos cuando observas como funciona.
Así que si estas mismas tecnologías se aplican desde las instituciones (y no os quepa duda de que se aplican), no es de es extrañar que la población pueda ser moldeada a imagen del poder que en ese momento haya jugado mejor sus cartas.

Lo más trágico de este asunto es que este tipo de manipulación también se ejerce desde organizaciones criminales para detectar en las redes sociales a los individuos más débiles y que, por tanto, pueden ser re-programados con mayor facilidad en base a un adoctrinamiento escrupulosamente diseñado para obtener el "autómata-humano" que se comporte como se espera hasta el punto de llegar a cometer atrocidades.
Insisto, nadie estamos libres de ser víctimas de este u otros tipos de manipulación digital. Si esto es algo que no te gusta, estas son algunas medidas que puedes tomar para intentar minimizar el impacto de dicha manipulación.
  • Primero deberías ser capaz de darte cuenta de que estás siendo manipulado y segundo tener suficiente honestidad con uno mismo para ver si esto te importa o no. Cuando adquieres algún producto nunca está de más preguntarse que es lo que te ha impulsado a adquirirlo, ¿realmente lo deseas o  lo necesitas o simplemente estás obedeciendo un impulso espontáneo? Si es el segundo caso, rastrea de donde surge ese impulso interno, la mayoría de las veces descubrirás una fuente de seducción, persuasión o manipulación. Esto no es necesariamente malo, pero deberías decidir si te apetece seguir los dictados del publicista o comercial que ha diseñado ese mensaje de seducción para ti.
  • Se totalmente crítico contigo mismo/a y no caigas en el auto-engaño. Tendemos a buscar razones hasta debajo de las piedras para justificar nuestros impulsos y opiniones. Aprende a reconocer cuando un comportamiento u opinión propia es fruto de la reflexión o del impulso visceral causado por algún tipo de manipulación. Esto no quiere decir que no debas compartir las opiniones de otros o seguir sus consejos, pero analiza si realmente estás de acuerdo o te has dejado engatusar por un mensaje que dice lo que querías oir.
  • Cuando te llegue un mensaje que te "resuene" ya sea a través de su lectura o a través de algún medio audiovisual, acostúmbrate a no aceptarlo de buenas primeras y a tamizarlo. Primero intentando comprobar su veracidad en el caso de una noticia y a través de tu propio espíritu crítico cuando se trate de una opinión. También es bueno "ponerse en la piel del otro" en intentar comprender porque a alguien completamente distinto a tu forma de pensar podría estar o no de acuerdo con esa opinión. A veces damos por buena una opinión no porque estemos de acuerdo con ella, sino porque el personaje que hemos inventado de nosotros mismos "debería" estar de acuerdo con ella. Eso ocurre cuando aceptamos a pies juntillas lo que dice el típico "formador/a de opinión" con el que normalmente estamos de acuerdo, tendemos a aceptar como bueno todo lo que sale de su boca. No lo hagas, que hayamos estado de acuerdo con él/ella un 1000.000 de veces no quiere decir que lo estemos la 1000.001. Antes de aceptar cualquier mensaje acostúmbrate a darle un par de vueltas en la sartén.
  • Comprueba si lo que piensas acerca de un tema es lo mismo que piensa la mayoría de individuos de tu grupo de influencia sobretodo si se trata de una idea o un mensaje nuevo que ha calado de forma rápida. La experiencia me dice que cuando esto es así hay una gran probabilidad de que en dicho mensaje haya un grado más o menos evidente de intención de manipulación por parte de alguien. Por supuesto esto no tiene porque ser siempre así, pero insisto, no des nada por hecho ni siquiera lo que parece más obvio.
  • Acostúmbrate a ejercer la trazabilidad de un mensaje, es decir es buscar su origen hacia atrás hasta llegar al punto donde con más probabilidad se gestó. Te sorprenderá la cantidad de ocasiones en la que el origen de ese mensaje o idea no es el que esperas o es incluso contradictorio con lo que se supone que expresa.
Enfín, como pedirte que hicieras caso a las recomendaciones de este artículo sería una contradicción en si misma, te pido que no te dejes manipular por él, que lo tomes como consideres conveniente y eso sí, espero que al menos lo hayas disfrutado. ;-)
Imagen por: Typhanie en Morguefile

martes, 26 de julio de 2016

Reflexiones acerca de Pokemon Go



. Cuando era pequeño mis abuelos me contaban historias de fantasmas, espíritus y otros seres que, al igual que nosotros, habitaban también en este mundo pero en una especie de existencia paralela a la que no se podía acceder directamente con los sentidos habituales sino que había que desarrollar algunas habilidades extraordinarias para, digamos, "sintonizar" con ellos y poder así captarlos. Luego con la llegada de la adolescencia y la entrada de la edad adulta fui adoctrinado, como todos, en el escepticismo racionalista propio de las sociedades occidentales y, no sin gran decepción y pesar por mi parte, descubrí que todo aquello no eran más que patrañas. No podía entender que el mundo fuera tan aburrido sin todas esas criaturas sobrenaturales conviviendo con nosotros, pero las pruebas científicas eran irrefutables, o al menos así nos lo enseñaban, y la conclusión era tajante, no existía más que lo que podías ver con tus ojos los espíritus y demás seres no eran más que leyendas fruto de la imaginación.

No obstante conforme me ido adentrando en la edad adulta se ha ido cerrando el círculo y mis propias experiencias personales me han ido demostrando de forma frecuente que realmente mis abuelos quizá no estuvieran tan errados cuando afirmaban la existencia de todos aquellos entes sobrenaturales, y que, al fin al cabo la explicación científico-racionalista adolece, por lo menos, de tantos flecos como la vía de los mitos y las leyendas. Mi constante investigación y curiosidad me han hecho llegar a la conclusión de que realmente hay mucho más alrededor nuestro de lo que nos han contado en la escuela y de lo que podemos captar directamente. La propia ciencia ha sido una de las plataformas que me han entregado evidencias en ese sentido y la propia ciencia es la que reconoce que hay temas en los que sencillamente hoy día no puede dar respuesta. Por otro lado son muchas las evidencias que nos hacen preguntarnos si realmente no hay mucho más de lo que los ojos ven y Pokemon Go es la penúltima razón que nos induce a pensar que efectivamente hay algo más...aún cuando sólo sea desde un punto de vista metafórico.

Pokemon Go no es ni mucho menos la primera aplicación que hace un uso extensivo de la tecnología de realidad aumentada ni es el primer intento de crear realidades paralelas, pero si es la primera iniciativa que ha sabido convertir en un fenómeno social altamente extendido la integración de ambos mundos. En dicha aplicación la existencia del mundo virtual de los pokemons es totalmente paralelo al mundo físico en una escala de 1 a 1. Literalmente accedemos a una nueva realidad que se despliega en el mismo territorio físico pero que únicamente se "sintoniza" a través de la pantalla del dispositivo móvil. Pensémoslo, el "talismán" del smartphone es la ventana que nos permite asomarnos a ese mundo mágico donde suceden cosas -en los mismos lugares en los que paseamos y hacemos nuestra vida- pero que pasan desapercibidas a los que son ajenos a este club de "entrenadores". Para nuestros antepasados, este fenómeno sería totalmente indistinguible de la magia pura. Para ellos los jugadores de pokemon go serían muy similares a los chamanes que eran capaces de ver espíritus y seres etéreos en medio del paisaje donde nosotros tan sólo vemos un árbol. Sería inútil intentar convencerlos de que la tecnología que hay detrás no tiene nada de sobrenatural, para ellos no existiría mucha diferencia entre ver pokemons y ver fantasmas. Los pokemons están entre nosotros, puedes tener uno de ellos saltando o revolotoeando muy cerca de donde estás ahora mismo sólo que necesitas del "sintonizador" adecuado para poder "captarlo" que en este caso es el smartphone.

Y..claro, entonces es inevitable que uno se haga la pregunta; ¿Y si... al igual que ocurre con el mundo invisible de los Pokemons, no existirán uno o varios mundos paralelos superpuestos es un loco palimpsesto, poblados igualmente por multitud de criaturas, a los que simplemente no podemos acceder por carecer del interfaz adecuado? Personalmente estoy convencido de que así es, pero mientras tanto simplemente cabe esperar que surjan multitud de aplicaciones que, sin duda, copiarán el paradigma de Pokemon go y que poblarán nuestra realidad física de multitud de capas virtuales superpuestas a las que simplemente tendremos que acceder "sintonizando" con la app adecuada.

martes, 16 de febrero de 2016

La Cyborización de la ficción

people


Aunque la mayoría no somos conscientes de ello, nuestro inexorable proceso de cyborización continúa imparable hasta el punto de que estamos a un paso del hecho de que una transcripción de una de nuestras conversaciones habituales sería totalmente ininteligible para nuestro yo de 1999. Haz el siguiente experimento mental, ¿cómo hubieras reaccionado en 1999 ante este mensaje de ejemplo (en caso de que hayas tenido edad suficiente en esa época)?
“Te llamo por Skype en cuanto esté en casa y te cuento los ‘likes’ que he conseguido en ‘insta’ gracias al ‘hashtag’ que te comenté. LOL, lo petamos!”. Te mandaré un ‘Guasap’ cuando esté llegando”
Este podría ser un mensaje muy normal y no solamente entre gente joven sino incluso entre otros un poco más entrados en años (he obviado usar el lenguaje tipo “q” , “pq” y “qdms?” para no hacer la conclusión demasiado evidente). A estas alturas la diferencia entre adolescentes y “cuarentañeros” es más de matiz; “Facebook” es una palabra más habitual entre los segundos y “Snapchat”, por ejemplo, entre los primeros.
No me malinterpretéis, no soy nada sospechoso de tecnofobia y al fin y al cabo no parece que nadie vaya a viajar al pasado en breve, así que mientras lo del “ministerio del tiempo” siga siendo una ficción ningún problema. Pero es precisamente ahí, en los relatos de ficción, donde aprecio una cuestión cuanto menos fascinante. Y es que si un guionista de cine o televisión quiere crear una ficción narrativa que refleje la realidad actual con un mínimo de verosimilitud, a la fuerza tendrá que mostrar escenas donde los protagonistas lo único que hacen es teclear monótonamente y mirar la pantalla de sus dispositivos con cara abúlica, esbozando, en el mejor de los casos, una mueca de tanto en cuando (nótese que uso la palabra “dispositivos” y no “teléfonos” pues la anacronía de este último término tan sólo describe una función cada vez más residual de estos aparatos). Como además el tiempo que pasamos a inclinar nuestra cabeza sobre los cacharritos cada día es mayor, los guionistas no tienen otra que aceptar esta pesadilla e intentar crear fórmulas ingeniosas de mostrar una actividad que por definición es totalmente insulsa. Y es que cuando el grueso de las conversaciones se realizaban cara a cara, un director de cine tenía una amplia gama de recursos para sacar lo mejor de sus actores. Podía contar con la riqueza de la comunicación no verbal, con la prosodia de las voces y era posible coreografiar armoniosamente los cambios de plano. Pero la dichosa y cada vez más omnipresente vida virtual es tremendamente aburrida para quien la observa desde fuera; una persona aporreando un teclado delante del ordenador o arrastrando el dedito sobre su smartphone, eso es todo.
Son muchos los trucos que que utilizan los creadores para esquivar este hecho, pero casi todos ellos, antes o después, acaban recurriendo a lo único imprescindible para que pueda entenderse la conversación de forma directa: la captura de pantalla con el chat de turno. Así que al final, lo que estamos viendo cuando miramos una historia de ficción o un documental con escenas de este tipo, es una pantalla dentro de otra pantalla.
El otro día me sorprendí a mí mismo viendo una serie (me disculpan no recordar el nombre pero acaso es algo baladí, seguro que esto que voy a contar se da en muchas), en el que se veía como una muchacha le mostraba a otra la pantalla de su smartphone en dónde se veía, a su vez, la captura de otra pantalla que contenía el mensaje objeto de la discusión. Mientras aparecía el plano detalle de la superficie lisa del dispositivo mostrando la captura, me percataba que estaba mirando una pantalla > dentro de una pantalla > dentro de una pantalla y me preguntaba hasta que número de iteraciones sería posible llegar.
No se a vosotros, pero a mí la idea de ver una película donde la mitad del metraje sea gente sobando dispositivos y captura de chats con emoticonos no me pone absolutamente nada. El airbag ya nos privó de las escenas de persecuciones automovilísticas y ahora las RR.SS nos privan de los diálogos histriónicos.
Mi esperanza, no obstante, radica precisamente en el hecho de que como la cyborgrización de la sociedad es imparable,  probablemente el status quo tecnológico no sea más que un estado transitorio ya que los actuales dispositivos táctiles en los que cada día pasamos más horas, pronto caerán en el olvido y serán sustituidos por otro tipo de interfaces que, ..los ángeles lo quieran.., dejarán mayor margen a la expresión corporal y nos permitirán presenciar una suerte de danzas cibernéticas mucho más ricas en posibilidades, similares a aquellos arabescos que Tom Cruise popularizó en el film “Minority report”.
Imagen: Esther Vargas https://flic.kr/p/fHr5pX