martes, 23 de abril de 2013

Libros de auto-ayuda




Los libros de auto ayuda han tenido mucho éxito las últimas décadas pero también han tenido muchos detractores que los consideran libros para ignorantes. Entre las críticas se dice que juegan con las esperanzas del lector, son inútiles, trasnochados y hasta peligrosos… y que por supuesto no sirven para nada. Sencillamente son muchos los intelectuales que abominan de la auto-ayuda. Hasta tal punto llega esta aversión que se da el caso de autores que crean libros  de auto-ayuda, disfrazados de cualquier otra cosa, y se apresuran a decir en el prólogo “no se trata de un libro de auto ayuda” ¿y qué si lo es?.
Mi opinión es que la auto-ayuda no deja de ser un género literario más y despachar dicho género cómo basura de un plumazo tiene tan poco sentido como lo tendría considerar despreciable todas las novelas que se han escrito por el mero hecho de ser novelas.
En autoayuda, como en cualquier género literario, hay obras malas, regulares, buenas y mejores y es el lector el que debería ejercer su criterio a la hora de seleccionar que títulos le interesan.
Ante la acusación de “no sirven para nada, no ayudan”, hay que argumentar que efectivamente pueden no haber ayudado al autor de dichas afirmaciones, pero eso no quiere decir que no puedan ayudar a otras personas. En la auto-ayuda, cómo en la literatura en general, hay un gran nivel de subjetividad y por lo tanto se puede dar el caso de individuos que puedan haber obtenido gran ayuda de su lectura al mismo tiempo que también existan personas a las que no les haya servido para nada e incluso les haya perjudicado.
En este caso como en todos, lo mejor es probar por uno mismo y decidir, también por uno mismo, que es lo que nos gusta y/o nos conviene leer.
Personalmente no tengo reparos en reconocer que soy aficionado a la lectura de libros de auto-ayuda, entre otros muchos géneros literarios, y me he encontrado con basura pero también con auténticas joyas…y por supuesto siempre desde un juicio, en gran parte, subjetivo.

lunes, 22 de abril de 2013

Universo, multiversos, meta-verso




David DeutschRich TerrileTerence Mckenna, varios han sido los científicos e intelectuales que han insinuado de forma más o menos explícita que tal vez el universo en el que vivimos y por lo tanto todo lo que nos rodea no sea más que una especie de inmensa simulación de ordenador dentro de una meta-realidad mucho más compleja donde nuestra realidad no sería más que uno de los innumerables aspectos que puede adoptar la existencia. Películas como Matrix o Inception también han jugado con esta concepción.

Lo cierto es que no se trata de un tema nuevo ni mucho menos. Desde hace miles de años muchos sabios de distintas tradiciones culturales han articulado bajo diferentes fórmulas la metáfora del “sueño de Dios” donde no somos más que el producto de esa inmensa danza cósmica. Shiva baila y su danza es el universo. El baile no es Shiva pero éste no existe sin él. De la misma forma los hombres no somos Dios pero no podemos existir sin él pues formamos parte intrínseca de él al mismo tiempo. De alguna forma somos su manifestación del mismo modo que el baile es la manifestación del danzarín.

Es curioso que los descubrimientos que se han ido haciendo en las últimas décadas dentro de campos como la física cuántica parecen ratificar, al menos en parte, estas hipótesis. Las partículas esenciales que forman la materia son, en última instancia, vibraciones del vacío cósmico del que parte todo, “arrugas de la nada”. Este vacío cósmico en realidad sería un “Pleno cósmico”, un continuum espacio-tiempo que contiene lo necesario para crear todo lo que existe tanto en nuestro nivel de realidad como en el resto de niveles de realidad posibles bajo un sustrato común que comprendería al “Meta-verso” o “Multi-verso” a partir del cual emergen todos los universos posibles, incluido el nuestro.

Es como si la realidad sensible que percibimos cada día no fuera más que una de las muchas frecuencias posibles dentro del enorme dial del universo. Nuestros sentidos y constitución física solamente estarían preparados para sintonizar esa frecuencia pero con disciplina y el entrenamiento necesario quizá sería posible aumentar nuestro espectro receptivo y sintonizar otras frecuencias distintas del infinito repertorio disponible. Con otras palabras, esto es lo que parecen sugerir místicos, sabios y chamanes de todas las culturas y épocas. Algunos psiconautas afirman haber visitado “otros mundos” bajo los efectos de drogas enteogénicas como el LSD o el DMT. Es como si este tipo de drogas fueran una especie de “atajo” rápido que mostrara de forma fugaz al consumidor que hay otras realidades y que pueden ser captadas por la consciencia (nuestro aparato receptor). Acceder a estas otras realidades de forma estable, permanente y precisa también sería posible, según numerosas tradiciones místicas, a través del ejercicio espiritual con técnicas como la meditación, la respiración consciente o la visualización. Sería la perseverancia en la práctica de estas técnicas lo que nos abriría definitivamente las puertas de entrada a estos otros mundos, accesibles a través de niveles superiores de consciencia.

Para terminar, dejadme que abuse un poco de la metáfora del vídeo juego. Imaginad un vídeo juego muy elaborado en el que se representa un mundo enorme con kilómetros y kilómetros de calles, avenidas, bosques, riveras y montañas. En este mundo hay un montón de personajes, cada uno con su programación, ejecutando las acciones y los comportamientos que dicha programación les indica. Todos van tirando más o menos bien dentro de ese mundo que conforma el vídeo-juego. A algunos les va mejor que a otros dependiendo de la zona en la que les ha tocado vivir dentro del mundo virtual que habitan.

Los habitantes del juego piensan que su mundo es el único posible y que todo lo que existe está contenido allí. Algunos de los personajes que lo pueblan están programados para poner en duda dicho dogma e investigan, la mayoría de veces infructuosamente, para descubrir que hay más allá de los límites de lo que parece ser el único mundo posible.

Un día aparece un personaje que dice ser el “player 1” y les dice al resto de habitantes que viene de otro mundo que es más real que el suyo propio, que lo que conocen como única realidad no es más que uno de los muchísimos video juegos que hay disponibles en el mercado y que no es precisamente el más espectacular. Aquel personaje les dice que no es como ellos, que está hecho de otra materia y que ellos existen porque él ha decidido crear una partida. Algunos, asombrados por sus palabras, deciden creer ciegamente en lo que dice y lo siguen como a un ídolo sin cuestionarse nada ni intentar averiguar que es lo quiere decir, pero la mayoría lo observa y lo ve como a uno más. Tiene la misma apariencia que ellos, se mueve de la misma forma y actúa de un modo muy similar aparte de sus excentricidades, así que se preguntan porqué habrían de creer en las tonterías de ese majadero. Unos lo toman por loco, otros por un traidor peligroso y deciden acabar con él. Lo ejecutan y así se libran de su amenaza. Pum! se acabó, ha desaparecido, ya no existe y no volverá a molestarles. Pero para “player 1” aquello ha sido tan sólo un “game over” más. Se levanta de delante de la pantalla, bosteza y se va tranquilamente a la cocina a por un refresco mientras piensa que en la próxima partida les va a dar una buena paliza a esos personajillos engreídos del mundo ficticio del vídeo juego.

En el mundo virtual la vida sigue. Hay un grupo de fanáticos que siguen defendiendo a capa y espada la figura de “player 1” y sus enseñanzas, sin ser conscientes que han sido programados para ello. Eventualmente uno de ellos llega al poder político y decide instaurar las palabras de “player 1” cómo base normativa para regular el día a día de la comunidad.

El grupo de inquietos que investiga la naturaleza de su mundo sigue empeñado en despejar todos los enigmas, algunos de ellos incluso analizan con cuidado las palabras de “player 1” e intentan adivinar que verdades encierra su misterioso lenguaje. Poco a poco van haciendo descubrimientos sorprendentes acerca de su realidad y comprueban que, efectivamente, “Player 1” tenía razón en muchas de sus afirmaciones aunque no en el modo en el que afirman sus fieles. Descubren por ejemplo que en realidad su universo no está flotando en medio del vacío, sino que hay unas partículas elementales llamadas píxeles y que la totalidad de su mundo está compuesto por ellas. Lo único que cambia son los “bits” asignados a cada pixel que no es más que información que le dice a un pixel si debe ser de color verde, azul, rojo o cualquier otro. Lo elementos de ese mundo, las piedras, las plantas, los edificios o incluso ellos mismos están compuestos por grupos de pixeles con diferentes valores de información que es lo que acaba dándoles forma; y lo que ellos creían que era el vacío no es más que un montón de pixeles de color negro con un valor 0 en bits. Por otra parte descubren que lo que ellos consideraban su inteligencia y su libre albedrío también son bits de información pero que en esta ocasión no están reflejados físicamente en un pixel sino en un código de programación que les indica exactamente que es lo que han de hacer en cada momento incluido el propio hecho de preguntarse acerca de su origen y su existencia. No obstante estos mismos descubrimientos también les demuestran que su existencia no es totalmente determinista porqué parte de los algoritmos de su código de programación incluyen una instrucción “Random” que hace que gran parte del programa sea impredecible incluso para el propio “player 1” de ahí que aún mantenga interés por jugar.

Finalmente también descubren que el mundo definido y contenido en el vídeojuego no es el único posible y que probablemente existen otros. Saben que para ellos no es posible acceder directamente a esos otros mundos pero si tienen evidencias de su existencia de forma indirecta, la aparición de “Player 1” sería una de ellas pero no la única, cambios inexplicables en las condiciones de su mundo podrían tener su origen también en estos otros universos paralelos.

Muy ocasionalmente uno de estos personajes “despierta” y se da cuenta de que, al igual que “player 1”, él es un jugador que está participando en una partida online con otros jugadores como él pero que en el interior del vídeo-juego está totalmente identificado con el personaje que representa. Una vez ha despertado, el jugador se da cuenta de lo fútil de sus preocupaciones en el mundo virtual. Todo aquello que le parecía de una importancia capital ahora le parece totalmente trivial incluida su propia muerte que no es más que un “Game over” que se puede restablecer con una nueva partida o incluso recopilando en el juego varios bonus del tipo “1UP”. Por suerte se ha dado cuenta antes de acabar la partida y ahora puede disfrutar del resto del juego siendo consciente de quien es en realidad.
Mientras continúa la partida se pregunta si ese mundo “real” al que pertenece no será a su vez otro vídeo juego, otra manifestación de una realidad aún más compleja que los contiene a todos.
Y hasta aquí estiro la metáfora porqué ya se sabe que las metáforas tienen una capacidad de comparación limitada y además creo que la idea ha quedado clara ¿no?.

jueves, 4 de abril de 2013

El campo Akashico




Entre los neurólogos existe un amplio consenso en que la mente es un producto del cerebro y que, por lo tanto, cuando el cerebro desaparece con el fallecimiento del cuerpo, la mente desaparece con él. Bajo esta perspectiva, la mente es un fenómeno emergente del cerebro, así que sin uno el otro no tiene sentido.

Frente a esta postura, basada al 99% en la lógica del método científico, existe otra propuesta que es, cuando menos, muy sugerente. Se trata de la teoría del campo Akashico. El origen de esta teoría se pierde en las profundidades del tiempo, si bien uno de sus más recientes defensores, que además ha sabido adaptarla bastante acertadamente a los últimos descubrimientos en cibernética o física cuántica, es el famoso filósofo Ervin Laszlo.

Resumiendo bastante, la teoría del campo Akashico viene a afirmar que la mente es anterior al cerebro en existencia. Los pensamientos, los sentimientos, los conocimientos e incluso la consciencia misma existiría previamente en una especie de Éter universal-adimensional y eterno donde estarían almacenadas todas las ideas que han existido nunca y aún las que todavía están por descubrir. El cerebro lo único que haría sería “sintonizar” con ese océano de información de la misma manera que un aparato de radio sintoniza las ondas hertzianas en el aire para producir sonido a través de sus altavoces.

De la misma forma y siguiendo esta analogía, al morir, nuestro “aparato receptor” o sea, el cerebro, se desintegra pero la conciencia que operaba en él no desaparece de la misma forma que si rompemos o averiamos un receptor de radio dejaremos de recibir señal alguna pero ello no significa que la emisión radiofónica no siga existiendo en las ondas. Para un ciudadano de hoy en día, el concepto de ese campo akashico puede resultar extraño y hasta chocante. Supongo que algo similar le ocurriría a un ciudadano de la antigüedad si intentáramos convencerle de la existencia del campo electromagnético a través del cual se transmiten las ondas de radio...entre otras. Por último me gustaría hacer una reflexión acerca de la red de información que la humanidad está construyendo con Internet y que algunos relacionan con la llamada Noosfera. ¿No sería Internet una nueva capa en el campo Akashico, una nueva y emergente forma de protoconciencia colectiva?

imagen vía: http://www.flickr.com/photos/masochismtango/5617042203/