martes, 11 de febrero de 2014

Entre el sufrimiento y la euforia



El sufrimiento y la euforia son dos caras de una misma moneda. Ambos tienen como nexo común el apego que, ya desde tiempos del Buda sabemos que es el origen de ambas emociones.
Más allá de los momentos por los que, invariablemente, toda persona pasará bajo el influjo de de una u otra a lo largo de su existencia, podemos encontrar individuos que utilizan o bien el sufrimiento o bien la euforia como forma principal de relacionarse con la vida.

Suele ser mucho más habitual el caso del sufrimiento. Muchas personas tienen una auténtica adicción a esta pasión hasta el punto de que sus vidas difícilmente pueden ser explicadas sin las desgracias o las calamidades. Parece que necesitan andar contando sus múltiples pesares y haciendo gala de su desdicha a cualquiera que se cruce por su camino. La queja suele ser el modo habitual de empezar, acabar y enlazar las conversaciones en este tipo de personas.

En algunos casos extremos, esta terrible adicción llega a provocar una extraña ansiedad en sus víctimas que se manifiesta cuando a sus vidas llega, de imprevisto, un periodo de calma, equilibrio o incluso de dicha. Cuando detectan que las cosas empiezan a ir bien, se sienten inseguras y amenazadas en un territorio que no conocen. La consecuencia en estos casos suele ser la búsqueda obsesiva del conflicto y el desequilibrio que  les devuelva a una situación de sufrimiento. Esta situación, aunque destructiva, les es familiar y les permite establecerse de nuevo en su papel de víctimas.

Ni que decir tiene que el origen real de muchos de estos sufrimientos tremendos raramente se basa en situaciones objetivas (aunque, sin duda, éstas también existan). Es la subjetividad más oscura la que, como una gafas negras, se encarga de deformar la realidad hasta adaptarla a la amargura omnipresente en estas almas que se regocijan en la bilis de su propia angustia que refuerzan y crean a cada segundo.

El caso contrario, aunque menos frecuente, también existe. Se trata de aquellos individuos que buscan la euforia de forma compulsiva y huyen de aquellas situaciones que les exijan un comportamiento grave. Cuándo se enfrentan a momentos que demandan una actitud de seriedad o incluso de pesar recurren a cualquier artimaña para salir de allí rápidamente. Son los típicos amigos que siempre están de broma, que desprecian los comportamientos taciturnos, que exultan un optimismo hipertrofiado y que se burlan de todo. Incapaces de tomarse nada en serio siempre han de soltar el chiste que deje a las claras que no están dispuestos a reconocer la gravedad de ningún asunto.

Al igual que en caso anterior, se trata de una forma de relacionarse con la realidad que puede llegar al nivel de adicción. A simple vista puede parecer más saludable que la anterior pero no deja de ser otra deformación. El mundo puede ser un lugar maravilloso en ocasiones pero también es un lugar indudablemente peligroso.

La mayoría de nosotros oscila entre los dos estados de modo pendular. Los más "bipolares" lo hacen de una forma muy rápida, lo más calmados de una forma muy lenta. La calidad de vida, no obstante, se consigue aprendiendo a navegar con firmeza entre estas dos fases de la ola emocional.

Para saber transitar entre la euforia y el sufrimiento de forma sana es fundamental familiarizarse con el concepto de apego, que es de donde nacen ambas. Sólo cuando nuestra consciencia del apego se va haciendo más visible somos capaces de detectar el filtro de sufrimiento/euforia que estamos utilizando como vía de relación con el entorno y, en base a ello equilibrar nuestro estado emocional.

Es importante sin embargo, tener en cuenta que, aunque el equilibrio emocional debería ser un objetivo deseable en términos generales por su incuestionables beneficios para la salud, hay momentos en los que toca sufrir y hay momentos en los que toca dejarse llevar por la euforia. La mayoría de nosotros no somos budas (iluminados) por lo tanto hemos de ser conscientes de que las olas emocionales nos van a arrastrar en más de una ocasión. Lo que si que es más que recomendable es intentar eliminar los sesgos en nuestra personalidad que nos empujan a permanecer en estados excesivamente escorados durante demasiado tiempo, tanto hacia un extremo como hacia el otro. El objetivo sería reducir nuestros movimientos pendulares y convertirlos en una bella y serena danza.

¿El método para conseguirlo? La buena noticia es que existen esos métodos, la mala noticia es que la cantidad de métodos que existen es mayor incluso que el número de habitantes que hay en el mundo. Por lo tanto cada uno ha de encontrar/confeccionar el suyo propio. Por suerte existen consejos genéricos que pueden servir de guía orientativa (pero sólo de eso, de guía orientativa). Hablaremos de algunos de ellos en próximos posts.

Imagen via Flickr: http://www.flickr.com/photos/screendmon/8267333840/