lunes, 23 de julio de 2018

Vida Bola Extra

Image: Creative Commons Morguefiles- Kakisky

Seguro que alguna vez te ha pasado por la cabeza la idea de la “vida bola extra”, es decir, que después de vivir nuestra vida se nos dijera que ha sido un ensayo y se nos devolviera a la casilla de salida, al primer día de nuestra vida, para repetirla pero con toda la experiencia anterior acumulada.
Cuando planteo este experimento mental en alguna tertulia la tendencia general de los contertulios es a considerar el hecho como una gran opotunidad para enmendar los errores pasados, no dejar pasar las oportunidades y, -esta vez sí-, realizar la vida de nuestros sueños. En conclusión se considera como algo muy positivo.
Sin embargo yo creo que sería más bien todo lo contrario. Incluso dejando al lado el hecho de la disonancia cognitiva que se produciría los primeros años al tener la mente de un adulto en el cuerpo de un bebé y de un niño, el contar con la experiencia previa no nos garantizaría evitar volver a cometer errores o incluso cometer otros mucho peores.
Para empezar, debido a nuestra condición de “re-visitantes”, sería inevitable realizar pequeños actos diferentes a los de la biografía original. Aunque quisieramos imitar al dedillo los mismos hechos de nuestra primera vida eso sería sencillamente imposible, primero porque no nos acordariamos de la mayoría de detalles, especialmente en los primeros años, y segundo nuestra mente con experiencia nos convertiría -literalmente- en personas distintas a esa que fuimos en la “vida de ensayo”. Los nuevos actos dispararían una nueva línea temporal donde los eventos divergerían con el tiempo hasta situarnos en una realidad totalmente diferente incluso al cabo de pocos días. Los grandes referentes lógicamente serían los mismos, tendríamos los mismos padres y hermanos mayores y es muy probable que nos inscribieran a la misma escuela. Los grandes hechos históricos habrían sido los mismos hasta ese momento pero ahí acabarían las similtudes.
Conforme la nueva línea temporal fuera evolucionando, atendiendo a las teorías de los atractores extraños y la teoría del caos, nuestra biografía original se iría distorsionando hasta situarnos en una nueva realidad, que si bien tendría elementos familiares, sería desconocida para nosotros. Es muy probable además que muchas cosas nos parecieran diferentes a como las recordábamos pues nuestro cerebro almacena los recuerdos “recreándolos” y no haciendo un registro idéntico de la realidad. Nos costaría adaptarnos a esa realidad pues si, como yo, tenéis más de 20 años, volveríamos a un mundo sin wifi, sin Internet, sin móvil ni redes sociales con los que matar los tiempos muertos. Aún en el supuesto de que seas un rara avis que has conseguido mantenerte el margen de la tecnología, el hecho de tener que charlar con personas que ya no conocerías de la misma manera y hablar de temas fuera del registro de tu última realidad recordada haría que, en el mejor de los casos, te sintieras en un mundo extraño. En conclusión, tu yo del pasado estaba adaptado a esa realidad tu nuevo “re-yo” no.
Debido a la concatenación de injerencias de la nueva línea temporal es prácticamente seguro que tus hermanos pequeños no nacieran nunca, nacerían otros distintos en su lugar o podría darse el caso de que no tuvieras más hermanos o que incluso, siendo hijo único en tu primera vida, ahora tuvieras tuvieran más de uno.
De poco serviría pensar "no volvería a salir con aquel/lla capullo/a en el instituto“ o "no me apuntaría a aquella auto-escuela" porque en el nuevo contexto quizá esas afirmaciones ya no tendrían sentido, esa persona no se cruzaría nunca en tu vida o esa auto-escuela fuera totalmente distinta.
Si que es cierto que podrías tomar decisiones de carácter más general como “esta vez no me casaré” o “elegiré otro oficio" pero quizá esa elección serviría para descubrir que con la nueva opción eres aún más desgraciado/a porque cuando una elección nos sale mal siempre tendemos a idealizar la opción contraria sin que ello signifique que la contraria es mejor.
Con el paso de los años y el aumento de la divergencias temporales es muy probable que incluso la propia realidad histórica sufriera alteraciones. Resulta difícil creer que alguien sin importancia como nosotros pueda influir en la historia universal, pero recuerda que la realidad es un fluido totalmente interconectado donde todos los nodos influyen en el resto y al igual que en una nube de humo o en un montón de espuma, cualquier pequeña variación acaba creando una configuración totalmente nueva. Así que ese truco de comprar acciones de Apple Computer al inicio de la historia la empresa o adquirir el número del gordo de lotería que recordamos que tocó tal año no serviría de nada ya que es posible que en esa nueva realidad Apple nisiquiera existiera (Steve Jobs podría ser el líder de una comuna budista o profesor en Stanford por ejemplo) y la probabilidad de que el número de la lotería fuera el mismo estaría muy cerca del 0%. (Tal vez con un poco de suerte para el primer sorteo de la lotería después de tu re-nacimiento la divergencia temporal aún no fuera tan grande para cambiar el número premiado pero aunque hubieras tenido la precaución de memorizarlo ¿cómo te las apañarías con menos de un año para convencer a tus padres de que fueran a comprar ese número?)
Así que nos plantaríamos al poco tiempo teniendo que actuar frente un devenir que en gran medida nos sería tan desconocido e incierto como el de la primera vez pero lo haríamos con una mente ya pre-cargada con prejuicios, asunciones e ideas preconcebidas de un mundo que ya no existiría ni llegaría a existir nunca. En un escenario así es cierto que quizá la experiencia anterior nos ayudaría a tomar mejores decisiones en algunas ocasiones pero la probabilidad de repetir errores e incluso de comerterlos mucho mayores tampoco sería nada despreciable. En pocas palabras; la garantía de que nuestra nueva vida sería mejor que la anterior sencillamente no existiría. De hecho mi opinión es que enfrentarnos al nuevo ensayo con la arrogancia de lo ya aprendido nos pre- dispondría a meter la mata de forma mucho más escandalosa. Quizá si nos dejaran repetir el experimento de forma indefinida al décimo o undécimo intento podríamos llegar a conseguir algo que se pareciera a nuestra vida soñada (aunque tampoco lo creo). En todo caso siempre sería interesante comprobar de que manera nuestras interacciones alterarían la historia universal.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Hacia el transhumanismo

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El transhumanismo es un tema que me interesa y me fascina en muchas de sus implicaciones.

De forma resumida diré que me refiero a la variante de transhumanismo que define Ray Kurzweil. Él comenta que la evolución de la especie humana será la de fusionar progresivamente nuestra parte biológica  con una parte tecnológica no-biológica. Al principio esa fusión será muy tenue pero poco a poco nuestra parte no-biológica irá ganando terreno hasta que llegue un punto en el que -en una primera etapa- la parte tecnológica supere a la parte biológica y finalmente la consuma total o casi totalmente pasando a ser una humanidad 99,9% tecnológica y compuesta de algoritmos informáticos en lugar de vísceras ( Insisto en que esto es una descripción rápida y simplificada, podéis leer La singularidad está cerca de Ray Kurzweil para tener una imagen completa de las implicaciones de esta hipótesis).

Cuando comento este hecho entre mis amistades y conocidos la reacción más habitual es de rechazo, incredulidad y escepticismo. “Eso nunca va a ocurrir” dicen sin darse cuenta de que eso ya está ocurriendo. La transformación de la humanidad en una especia no biológica ya ha empezado.

Para comenzar, como ya he comentado en alguna ocasión, parte de nuestras vidas, alegrías y tribulaciones no ocurren en el espacio físico sino en el espacio virtual de las redes; esa buena noticia que te llega por whatsapp y que te arregla el día o esa crítica a una foto en Instagram que consigue ensombrecerte el estado de ánimo y que hace que busques en tu agenda un hueco para mejorar esa selfie que restaurará tu auto-estima. Ese número creciente o decreciente de seguidores que modula tu humor como si de un dial se tratara o el “tercer ojo” tecnológico que arrastramos a cualquier evento o lugar especial al que acudimos -la cámara de nuestro Smartphone- y que nos ha acostumbrado a ver un paisaje, una actuación o un concierto a través de la pantalla del dispositivo. Es como si los dos ojos originales, los biológicos, hubieran cedido su pleitesía al recién llegado ojo electrónico y aceptaran ver la realidad filtrada por éste último. El porcentaje de realidad que consumimos a través de pantallas es cada vez mayor. Por otro lado cada vez son más habituales las apps de nuestros móviles o “Smart watches” que nos aconsejan cuando tenemos que levantarnos de la silla, hacer ejercicio, ir yendo hacia el aula o la sala de reunión o incluso cuando deberíamos ir a dormir. Manejando nuestros vehículos o incluso caminando a pie una voz sintética nos dice hacia donde tenemos que girar o que calle debemos tomar. Y por supuesto lo de memorizar (lo que sea: un número de teléfono, una dirección, una fecha de un evento, la capital de un país) es algo anacrónico. Ahí está nuestro aparatito que lo sabe todo y se acuerda de toda esa información innecesaria de aprender listo para avisarnos con un timbre de alarma o con una cálida voz femenina (¿por qué casi siempre femenina?) cuando nuestra atención sea necesaria.

Las mismas personas que abominan de la idea de perder su humanidad biológica son las que gustosamente están delegando su memoria, su sentido de la orientación e incluso su gestión de las emociones a un sistema electrónico. ¿Aún pensáis que la trans-humanización es algo por llegar?
Claro que esto son sólo los primeros pasos de una proto-transhumanización, el siguiente paso es la “personalización” que avanza a pasos agigantados. Cómo ya expliqué en el artículo El libro que nos lee a nosotros, hemos pasado de “leer” las pantallas a que las pantallas nos “lean” a nosotros. En mi actual trabajo en Adobe puedo ver claramente como el tema de la personalización de los mensajes que las empresas lanzan a sus clientes a través de los distintos canales de difusión es el principal motivo de preocupación de los departamentos de comunicación. Se acabó el “café para todos”, se acabó el diseñar una página web única que represente a la empresa o crear una creatividad para todo el mundo. Cada cliente verá en su pantalla el mensaje que se adecúe a él/ella en base a su perfil. Hasta ahora este proceso de personalización se ha venido realizando de forma semi-manual, definiendo perfiles de usuario a través de la información proporcionada por sistemas de DMP por ejemplo, y asignando unos mensajes a esos perfiles. Estos métodos de personalización son algo toscos y por eso están siendo sustituidos por algoritmos de inteligencia artificial y machine learning que aprende los hábitos de un usuario específico en base a sus patrones de comportamiento y permite llegar a unos niveles de personalización muy concisos.

Esto es algo que ya viene haciéndose de forma regular de un tiempo a esta parte por empresas como Facebook o Amazon y que rápidamente se va extendiendo al resto de. En Facebook, Instagram o incluso Twitter hace ya tiempo que dejamos de ver los posts de forma secuencial. El algoritmo de turno sabe que tipo de información es más compatible con nuestra personalidad, se lo hemos ido enseñando con nuestros “me gusta” con nuestros comentarios, con nuestros gestos de zoom en las fotos y hasta con el lugar donde (y el tiempo que) nos deteníamos a ver tal o cual contenido y nos enseña las fotos, los mensajes o los posts en ese orden fabricado exclusivamente para nosotros. En Amazon hasta nuestro último gesto (tanto en la propia web de Amazon como en las llamadas “third parties”) es analizado para ofrecernos aquello que nos va a gustar.

Seguro que a muchos de vosotros ya os es familiar  esa sensación de entrar a Internet y encontrarnos con una noticia o una comunicación comercial ofreciéndonos ese producto, servicio o lugar  del que hemos estado conversando con nuestras amistades o incluso sobre el que estábamos pensando minutos u horas antes. ¿Cómo? ¿Los algoritmos puede leer la mente o escuchar las conversaciones con nuestros amigos? No, los algoritmos no pueden (todavía) leer la mente de forma directa y -en principio- tampoco pueden escuchar las conversaciones que tenemos con amigos (aunque de esto último no estaría totalmente seguro) pero lo que sí pueden hacer mucho mejor que nosotros es no pasar por alto pequeños gestos inconscientes que pasan totalmente inadvertidos a nuestra mente consciente. Esa visita, casual que haces en internet, ese foco mantenido sobre un impacto comercial en una web o red social, ese clic perdido, ese “me gusta” peregrino, esa búsqueda que has hecho de la que ya ni te acuerdas… todo eso va dejando huellas que los algoritmos siguen con una pericia brutal y acaban sabiendo lo que quieres antes que tú mismo.

Hay que tener en cuenta que estamos, como he dicho, aún en una fase pre-histórica. No obstante, no está lejos el día en que necesitemos la ayuda de un “asistente” para desarrollar muchas de las actividades de nuestra vida diaria. Son muchos los conocidos que me confiesan las dificultades crecientes que tienen últimamente para poder atender los correos electrónicos o los mensajes sin leer de los muchos grupos de Whatsapp en los que están involucrados. La mayoría de nosotros hemos pasado de recibir una docena de mensajes al día y de pertenecer a un puñado de grupos a recibir cientos de mensajes diarios y pertenecer a un número incontable de grupos.   La táctica actual es dejar cada vez más mensajes desatendidos, pero esto genera la ansiedad de estar perdiendo mensajes que quizás sean importantes. Pues bien, este problema un algoritmo que nos conozca lo podrá solucionar muy bien. Ese algoritmo, al que iremos enseñando sin esfuerzo con nuestros patrones de comportamiento, será como un segundo “yo” que sabrá tan bien (o mejor) que nosotros que es lo que nos gusta y nos interesa. La diferencia es que ese algoritmo será muchísimo más rápido que nosotros y analizará en segundos los millones de correos y mensajes de whatsapp diarios que para esos entonces estaremos recibiendo y nos seleccionará los 25, 50 o 100 que considere que merecen de nuestra atención y que por otra parte serán los máximos que podremos abarcar con nuestras limitaciones biológicas.

Claro que llegará el momento que incluso los mensajes que precisen de una respuesta por nuestra parte también se contarán por miles. No hay problema, por aquellos entonces nuestro asistente personal nos conocerá tan bien que podrá responder mensajes por nosotros de una forma tan realista que ni siquiera nuestros más allegados podrán adivinar quien está respondiendo realmente al mensaje. Probablemente llegará un punto en que se establezcan miles de conversaciones entre algoritmos y sólo una parte muy reducida será entre algoritmo y humano o entre humano y humano.
Nuestro asistente se comunicará con nosotros para decirnos algo así como. “Ya te he comprado las entradas para ver una película que se que te encantará. Tenías una cita con el dentista a la misma hora pero no te preocupes, ya la he cambiado para el martes siguiente que sólo tenías la cita con Paula pero te he liberado de acudir poniendo una buena excusa, de todos modos se que no te apetecía mucho ir”. Y tú estarás encantado/a de ver como te han planeado la agenda de toda la semana de una forma genial sin tener que dedicar ningún esfuerzo ni tan siquiera a pensar en ello.

Hasta que punto llegará la delegación de estas tareas a nuestra parte no orgánica y con que complacencia lo aceptaremos es algo que sólo estamos empezando a ver. Podríamos pensar que dicho fenómeno es fantástico si nos libra de realizar todas las tareas tediosas y nos libera de tomar decisiones incomodas. Sobre el papel así podría parecer si damos por hecho que los algoritmos serán perfectos, pero ¿estamos seguros de ello? ¿el diseño de tales algoritmos responde realmente a nuestros propios intereses, tal y cómo nos aseguran, o a los intereses de quien diseña el algoritmo? ¿Servirán apara ayudarnos o para que nosotros ayudemos a los dueños de los algoritmos tal y como ocurre hoy día donde a precio de saldo les cedemos nuestros valiosa información personal a cambio de -en comparación- baratijas tecnológicas?

Mi hipótesis personal es que bajo esa tendencia creciente de personas y empresas a delegar responsabilidades a los algoritmos llegará un momento en que simplemente los algoritmos trabajen para los intereses de otros algoritmos y los humanos biológicos nos iremos quedando relegados a un rebaño de ovejas dirigidos por la nueva humanidad algorítmica. Un montón de zánganos improductivos en un mundo donde la gran mayoría de tareas mecánicas serán realizadas por máquinas y donde incluso las decisiones importantes serán tomadas por “humanos” artificiales. Especular a partir de ese punto es simplemente eso, especular pero parece que ya estará abierta la puerta para el “post-humanismo” donde la humanidad biológica será definitivamente trascendida de una forma tan implacable como suave y silenciosa. No se extinguirá la humanidad, solamente su soporte biológico. Probablemente el legado de la cultura y la historia humana pervivan pero bajo soportes que ahora ni siquiera somos capaces de imaginar.