domingo, 1 de diciembre de 2013

La libertad


Por lo general, la libertad es un valor que está bien visto en nuestras sociedades. Parece razonable pensar que si interrogamos acerca de sus valores a individuos escogidos al azar entre la ciudadanía, muchos de ellos incluirían la libertad entre los diez primeros y frente a la pregunta “¿quieres ser libre?” la gran mayoría respondería con un rotundo sí. 
Sin embargo no estoy seguro de que quien así responda sea realmente consciente de lo que supone la elección de ser libre. En realidad pienso que cuando la mayoría dice “quiero ser libre”, en realidad quieren decir “quiero estar cómodo”, o sea que nadie me moleste mientras hago lo que se me antoja. Sin embargo para ser libre hay que estar dispuesto a abrazar constantemente el fracaso sin concesiones, porqué ser libre suponer tener que elegir y cuando se elige hay siempre un alto riesgo de equivocarse. El que obedece nunca se equivoca porqué delega en otro la facultad de elegir y por lo tanto de equivocarse.
Habría que entender que ser libre no es sinónimo de “hacer lo que me de la gana“, eso más bien supone ser esclavo de las propias pulsiones, que quizá sea una de las formas más extenuantes de esclavitud.
Decidir ser libre es una elección tanto más valiente cuanto mayor es el grado de libertad al que se quiere acceder. Pues dicha decisión probablemente va a granjear muchos enemigos y antipatías. La auténtica libertad suele causar recelo y aún desprecio entre la gente, porqué el individuo que la practica cuestiona muchos principios que están sacralizados por los distintos colectivos sociales donde la única libertad posible es escoger a que grupo perteneces, “de que lado estás“. En muchos casos practicar la libertad en mayúsculas supone el ostracismo de gran parte de la sociedad, que no tolera la disidencia, y exponernos al escarnio de los demás cuando fracasamos como resultado de una elección realizada consciente y libremente. Sinceramente, dudo mucho que la mayoría de la población esté dispuesta a pagar dicho precio.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Hiperrealismo en escultura

Hace algún tiempo hablamos en este blog de la artista Patricia Picininni cuya obra destacaba por su intenso hiperrealismo. Sin embargo no es la única artista que cultiva este género que tanto me fascina. Aquí tenéis algunos más.

Sam Jinks.


Este artista australiano ha trabajado para cine y televisión aunque sus creaciones más impresionantes la encontramos en su obra personal que ha visitado numerosos museos de todo el mundo.

Evan Penny



Evan Penny es un escultor canadiense que también trabaja con especial virtuosismo materiales como la silicona o el pelo humano real para conseguir acabados hiperrealistas totalmente espectaculares. En algunas de sus obras incluye deformaciones de escala que aún hacen más interesante el resultado.



Ron Mueck.



Ron Mueck es quizá, uno de los escultores hiperrealistas más conocidos pues sus obras han recorrido muchas salas de arte por todo el mundo. Es australiano y al igual que Sam Jinks ha trabajado en efectos especiales para cine y televisión. Ha llegado incluso a colaborar com Jim Henson el creador de los Muppets. Muchas de sus obras destacan por los cambios drásticos de escala a parte del profundo hiperrealismo de las figuras.





jueves, 31 de octubre de 2013

Esa zona de la mente.



Tras muchos años de práctica por fin he descubierto una zona dentro de mi mente donde me puedo retirar a descansar.
Se trata de una zona donde el tiempo queda en suspenso. No hay expectativas, no hay preguntas que responder ni asuntos a los que prestar atención. El mismo yo parece diluirse. No hay críticas, no hay responsabilidad. En esa zona de la mente no hay que rendir cuentas a nadie ni a nada porqué el propio concepto de identidad desaparece. En esa zona de la mente sólo queda una inmensa quietud que llena el espíritu de gozo.
Pero se trata de un gozo sosegado, sin algarabía, sin estridencia un gozo que se repliega sobre si mismo. Un gozo que no juzga, que no espera, que no ansía nada en especial y que por lo tanto no teme nada en concreto. En un gozo que vive en estado presente.
Cuando alcanzas ese estado podrías estar horas allí porque la noción del tiempo casi desaparece, no parece tener sentido. Es un espacio profundamente neutro pero a la vez parece contar de un equilibrio sutil y extraño. Es agradable sin duda, pero no genera inquietud. Parece ser un lugar dónde el espíritu se carga de energía, de una energía muy especial, como si fuera la energía original de la que se hubieran construido todas las cosas. Es una energía que completa pero que no satura.
En ese lugar desaparecen las categorías y las etiquetas. En realidad...no es que desaparezcan...siguen estando allí, pero pierden toda su importancia, son como imágenes planas sin mayor relevancia más allá de su propia apariencia superficial.

Aunque cada vez me es más fácil acceder a ese sitio, no puedo invocarlo cuando me apetece a voluntad. Si algo me perturba, si me encuentro ansioso o inquieto por cualquier motivo, -que suele ser lo habitual-, las puertas a esa zona permanecen selladas. Solamente en los intersticios del tiempo, en aquellos momentos de indefinición que se hallan en las transiciones de una actividad a otra soy capaz de ver el hueco a través del cual me puedo escapar hacia ese refugio de paz infinita. Rara vez permanezco más de unos cuantos minutos, aún cuando tienes la sensación de que podrías permanecer allí por siempre. Sin embargo  cuando vuelvo a la realidad habitual puedo notar el poso que ha dejado en el alma la estancia allí. De alguna forma, misteriosamente, ese poso es cada vez un poco más espeso, más inmanente.
Siento que aún me queda mucho, muchísimo para descubrir, siquiera adivinar la naturaleza de ese sitio en el interior de mi mente pero de alguna manera, indefinible, poseo la certeza de que es allí donde se encuentra la clave de la pura existencia.

Pura vida!

Imágenes vía Flickr Creative Commons

jueves, 5 de septiembre de 2013

Tecnofobia



La tecnofobia no es ni mucho menos algo nuevo. La llevo sufriendo casi desde el primer día  que tuve conciencia de lo que eran las fobias en general. Lo que me llama la atención son las formas tan dadaístas que ha adquirido este fenómeno en los últimos tiempos (llamarlo surrealista sería quedarse corto).
Para los/las despitados/as, diré que la tecnofobia es esa aversión que se manifiesta hacia todo lo relacionado con la tecnología, especialmente con las nuevas tecnologías, pero a diferencia de otras fobias como la homofobia o la xenofobia la tecnofobia está socialmente aceptada y hasta bien vista . Dentro de la categoría  de ejemplos que yo califico como dadaístas están todos esos mensajes que se rasgan las vestiduras ante la gente que va prestando atención a la pantalla de sus dispositivos móviles, los que se lamentan que los/las niños-as/jóvenes dediquen mucho tiempo a los vídeojuegos o a las redes sociales, los/las que se jactan de haber cerrado su cuenta de Facebook (desde una entrada de Facebook!) o, la última moda… Múltiples versiones de la imagen (generalmente de Instagram) del supuesto cartel fotografiado en un bar que reza “No tenemos Wifi…hablad entre vosotros” (sic).
Dejando de lado la tremenda contradicción que supone utilizar las redes sociales, la web y la tecnología en general para difundir todos esos mensajes tecnófobos, la gran mayoría de estas moralinas e ideas tecnófobas en general me parecen de una papanatería demencial.
Después hablaré de otros casos, pero dejadme que primero comente este último cartel de “No tenemos Wifi…hablad entre vosotros”. Reconozco que la primera vez que vi una de esas fotos en la red social de turno me hizo gracia ,cómo es lógico; pero después de ver la enésima versión del cartelito (supuestamente colocado por dueños de negocios de hostelería a los que les gustó la idea y se la re-apropiaron) empezó a resultarme cansino y ridículo, como también es lógico.
Yo le diría al /a la autor/a de este cartel y dueño/a del local que lo ostenta, lo siguiente:
·         El Wifi sirve para mucho más que para poder hablar con personas que están lejos. Supongo que no hace falta que ponga ejemplos… ¿o sí?
·         Si acudo a un lugar con Wifi tengo la opción de hablar con las personas que están conmigo o con las que están lejos (o utilizarlo para cualquiera de las otras cosas para las que sirve) pero si no lo tengo, no me queda opción.
·         Me parece perfecto que no tengas Wifi en tu local, nadie te obliga a ello, pero si encuentro otro local de similares características con Wifi iré allí a gastarme mi dinero. Primero, porque me gusta tener la opción de poder conectarme si me apetece y segundo porque no me gusta que me digan con quien tengo o no tengo que hablar.
En cuanto a lo demás, que queréis que os diga.. podría pasarme un día entero refutando y desmontando todos y cada uno de los argumentos tecnófobos pero como me da pereza y no me pagan por ello, me limitaré a comentar tan sólo unos cuantos que me apetecen.
I. El mito de los vídeo-juegos: Para muchos sectores de la sociedad, especialmente padres, los vídeo-juegos están mal vistos. Es más, ..el postureo anti vídeo-juegos está bien considerado socialmente. “Es que se pasa el día con la vídeo-consola”…normal, los vídeo-juegos son divertidos. Hace veinte años el “buen padre/madre” de turno se echaba las manos a la cabeza porque su hijo/a veía muchos dibujos animados, hace cuarenta porque leía tebeos, hace ochenta porque leía libros y hace cien porque se dedicaba a hacer deporte con una pelota en lugar de ayudar en las faenas del campo o la fábrica. Pues qué sepáis que me encantan los vídeo-juegos, los tebeos, los dibujos animados, los libros y hacer (algún) deporte y no creo ser peor persona por ello. No son más que modas tecnófobas. Hoy día ya no se ve tan mal que un/a niño/a le dedique un par de horas a leer tebeos y si en lugar de tebeos son libros entonces el padre/madre hasta estará orgulloso/a de contárselo a los vecinos. Simplemente la sociedad va asimilando los nuevos medios. Hoy los tebeos están en las bibliotecas y en las librerías cuando hace años los padres se los tiraban a la basura a sus hijos temiendo que estos se convirtieran en vagos o delincuentes. Muy probablemente los vídeo-juegos formarán parte de lo-que-sea que sustituya a las bibliotecas en el futuro y a nadie le parecerá extraño.
Objeciones:

Es que está totalmente enganchado/a y se pasa muchísimas horas: Algunos vídeo-juegos son altamente adictivos y su uso prologando puede perjudicar a la salud, es cierto. Pero algo similar puede pasar con los libros, ¿o no te acuerdas de nuestro ingenioso hidalgo? No es bueno, en general, pasarse ocho horas  jugando a vídeo-juegos como tampoco lo es pasarse ocho horas leyendo, jugando a fútbol o levantando pesas (a pesar de que, en cada uno de los ejemplos citados, hay profesionales que lo hacen sin mayores problemas con la debida preparación y entrenamiento). El problema no es el vídeo-juego sino el comportamiento obsesivo y es eso lo que hay que corregir. Es cierto que en ese sentido los vídeo-juegos son más propensos a la adicción que los libros, por ejemplo. En gran parte es debido al atractivo audio-visual que tienen los juegos que no poseen los libros, pero también es verdad que el acceso a los libros, al contrario que el acceso a los juegos de vídeo, no suele estar censurado, limitado o prohibido, y eso los hace menos apetecibles. Por otra parte…si tu hijo/a tiene dos horas libres y las dedica a jugar piensa lo siguiente ¿te preocuparía que se las pasara leyendo? , pues eso. Añadido: Y si alguna vez sufre una borrachera  con algún vídeo-juego especialmente adictivo, no te preocupes. Salvo que tenga algún problema de salud serio adicional, sobrevivirá ¿O acaso no os ha sorprendido a muchos de vosotros el amanecer con un libro en las manos ante el pensamiento de “un capítulo más y lo dejo hasta mañana”? (cambia capítulo por “nivel” o “partida” y es lo mismo pero con fosfenos, mareos y nauseas añadidos)
“Es que se ha vuelto muy sedentario/a, no hace ejercicio”: El sedentarismo excesivo no es bueno, cierto. Pero una vez más no son los vídeo-juegos los responsables sino los malos hábitos (pasarse el día leyendo un libro sería igual de perjudicial en ese sentido). Mis hijos no tienen ninguna restricción para jugar a vídeo-juegos pero este verano, de vacaciones, apenas si han echado algunas partidas. Al tener acceso directo a las actividades al aire libre, como es lógico, su instinto animal natural los empujaba a este tipo de entretenimiento. Por otro lado, un/a joven al que se le impongan restricciones de uso de la consola es normal que, a la mínima que pueda, prefiera dedicar su tiempo al objeto de deseo prohibido que a satisfacer lo que su progenitor/a considera que es lo correcto.
Cuando no se tiene fácil acceso a actividades al aire libre o en épocas en las que el clima no es benigno para hacer ejercicio, como el invierno, lo suyo es aprovechar que hoy día, afortunadamente, existen numerosos vídeo-juegos bajo diferentes plataformas que permiten quemar un montón de calorías delante de la pantalla. Usemos los vídeo-juegos para luchar contra el sedentarismo en lugar de culparles por él.
“Pero es que los niños de hoy en día no juegan , se pasan los días con las maquinitas”: Una simple mirada, cada tarde, al parque que hay frente a mi casa me basta para comprobar que eso no es más que una patraña, una leyenda urbana. Sencillamente no es cierto. Somos seres con cuerpos diseñados para la edad de piedra. La atracción hacia el ejercicio físico es algo que está en el ADN de cualquier niño/a, son los malos hábitos los que nos vuelven sedentarios de adultos. Otra cosa es que a día de hoy no exista la misma seguridad y/o libertad para salir a jugar a la calle como lo hacíamos nosotros o nuestros padres y que, en ocasiones, nos sea más cómodo a los progenitores tener al/a la niño/a jugando delante de la pantalla en casa que tener que acompañarle al parque infantil, pero no culpemos a los vídeo-juegos. Si tu hijo/a prefiere la consola al ejercicio es porque no se le está presentando una alternativa lo suficientemente atractiva. Punto.
“Pero es que muchos vídeo-juegos son violentos, sexistas, racistas”: Toooma ya! Claro, al igual que ocurre con el cine o los libros. ¿O acaso crees que leyendo una novela del XIX el/la púber va a estar a salvo de tópicos sexistas o racistas? Afortunadamente en el mundo del vídeo-juego hay títulos para todos los gustos y sensibilidades.   Se trata simplemente de seleccionar y proporcionar a nuestros pequeños los que consideremos más adecuados durante el brevíiiisimo espacio de tiempo en el que nos dejarán escoger a nosotros por ellos. Más allá de ese periodo solamente queda rezar porqué nuestra educación, esa que no podemos delegar a nadie, haya sido lo suficientemente buena para que tengan criterio a la hora de escoger (olvídate, elegirán casi siempre, lo que menos te guste a ti). Y no te preocupes de que disfruten jugando a descuartizar zombies con escopetas de cañones recortados, te aseguro eso no los convertirá en asesinos en serie salvo que ya fueran psicópatas con anterioridad. Tú simplemente déjalos a su aire y antes de que te des cuenta, los verás pasar las horas jugando a juntar gominolas de colores chillones.
“Es que yo a su edad leía más”: Claro, normal. Cada uno es hijo/a de su época. Mis hijos también juegan mucho más a vídeo-juegos de lo que yo jugaba y leen mucho menos de lo que yo leía, pero no considero que yo fuera más culto que ellos a su edad ni tampoco me preocupa lo más mínimo que esa tendencia siga o se incremente en el futuro. Lo que te enseña no son los libros, es la curiosidad y si ésta se conserva, cada uno encontrará la forma adecuada de satisfacerla. Es conservar esa curiosidad lo que nos debería preocupar. Poco importa que la fuente de conocimiento esté en negro sobre blanco o entre los píxeles de una aventura gráfica. Al contrario del pensamiento tecnofóbico imperante, soy de los que piensa que los vídeo-juegos pueden ser una fuente de sabiduría y cultura casi tan buena como los libros, especialmente muchas de las joyas que se editan en los últimos años (también se edita mucha basura, exactamente igual que en literatura). Muchos tecnófobos que se escandalicen ante esta última afirmación probablemente también hagan gala de un tremendo desconocimiento del mundo de los vídeo-juegos y hayan nutrido su desinformación del amarillismo de mucho pseudo-periodismo que sabe lo atractivas que son para el público las polémicas tecnofóbicas. Pero os informo: …sabiendo seleccionar los títulos, con los vídeo-juegos podemos aprender un montón de geografía e historia (Ages of Empires, Medal of honour), matemáticas (…de estos hay tantísimos)  , biología (Spore, Sim-Life), literatura (Alice: Madness Returns, Dante’s Inferno), Religión (Eternal War: Shadows of Ligth, Left Behind: Eternal forces, Faith Fighter), física(Crazy Machines, Angry Birds), geometría (Tetris y todos sus derivados, amazing Shape Shifters, GeoDoku), Mitología (Age of Mythology, God of War, Okami) sociología (Los Sims), deportes (pufff… aquí la lista es inmensa), Economía (Open for bussiness). Y todo eso sin tener en cuenta todos aquellos títulos educativos que han sido creados expresamente para aprender. …De nada. Aún recuerdo la intensa emoción que sentí jugando al Dante’s Inferno  en el papel de Dante intentando rescatar a Beatriz. Al final del juego lloré pensando en los pobres que no habían tenido la suerte de, como yo, haber leído la Divina Comedia antes de jugarla en la consola, eso multiplicaba por X el goce del juego!!. No obstante pensé que, definitivamente, de no haberla leído antes habría corrido a hacerlo después de jugar al vídeo-juego.
II. El mito de la gente incomunicada pegada a sus pantallas: Otro postureo muy de moda es el de mirar con condescendencia a los pobres incomunicados que se pasan la vida mirando las pantallas de sus dispositivos móviles y considerarlos poco menos que zombies sin vida social. Es cierto que esa figura del “tecno-zombie” es nueva en nuestros paisajes. Hace diez años no la veíamos, pero por la sencilla razón de que las tablets y los smartphones con Twitter no existían. En cuanto a la aversión que genera dicho ente social he de diferenciar dos casos, a saber:
a)      El que no te estorba mientras cacharrea con su maquinita: La próxima vez que mires con compasión y condescendencia al/la pobre alienado/a que va mirando su teléfono en el autobús o el metro piensa lo siguiente, ¿si lo que tuviera entre sus manos fuera un libro o una revista sentirías exactamente lo mismo? Y si la respuesta es que no párate a pensar que quizá lo que tenga en la pantalla sea efectivamente un libro o una revista asi que ¿qué diferencia hay? Por otra parte, si lo que está haciendo es chafardeando en Faceebook o pasando el nivel 32 del Candy Crush ¿a ti que c***jo te importa? Mientras no se meta contigo es muy libre de poner su atención donde le dicten sus gónadas.
b)      Luego está el/la que va pegando voces con su móvil en el cine, en el tren o en cualquier otro lugar público mientras habla con vete a saber quién a través de su móvil. En ese caso, lo que molesta es la estridencia, pasaría exactamente lo mismo si le estuviera hablando directamente al interlocutor real. El móvil lo único que hace es facilitar las cosas al/a la estúpido/a para amplificar su estupidez, pero ese siempre ha sido un efecto co-lateral de los avances tecnológicos. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con los que van empanados por la calle mirando la pantallita y chocándose con todo el mundo. Antes les pasaba a los que iban absortos escuchando el walkman y aún antes a los que iban haciendo pelotillas metiéndose los dedos en la nariz. No podemos culpar exclusivamente a la tecnología de la torpeza de muchos ciudadanos. Los smartphones, por mucho que nos lo quieran hacer creer, no son inteligentes, un ser humano se supone que sí lo es y debería ser éste el que debiera evitar utilizar el móvil y caminar a la vez si no es capaz de hacerlo correctamente. Por último, mención aparte merecen los compañeros de mesa en un bar, restaurante o reunión de amigos que se ponen a consultar su dispositivo como si tal cosa. Muchas personas manifiestan su malestar ante este hecho y lo consideran una falta de educación por parte de quien lo realiza. Ciertamente lo puede llegar a ser en muchos contextos, pero parémonos a pensar, ¿qué es lo que nos molesta exactamente de este gesto?... pues el hecho de que ponerse a mirar la pantallita evidencia de forma explícita que les importa un bledo prestarnos atención y que nuestra compañía o lo que tengamos que decir no les interesa demasiado. El tema no deja de tener algo de egocentrismo pues lo que nos duele es el ataque a nuestra auto-estima. ¿Qué diferencia hay si en lugar de mirar la pantallita el/la fulano/a de turno empieza mirar al techo, a rascarse la nuca, o a darle cuerda al reloj? (bueno, esto último ya no), pues que son formas socialmente aceptadas de mostrar desinterés. En realidad deberíamos estar agradecidos/as ante este tipo de gestos pues nos enseñan que o bien deberíamos revisar nuestras habilidades como conversador/a o bien que nuestro/a compañero/a es un/a gilipollas integral y, al retratarse, nos ahorra un tiempo valioso en tratar de descubrirlo por nosotros/as mismos. En casos en los que este gesto se realiza en escenarios dónde las muestras de desinterés son especialmente graves, como en una clase o en una reunión de trabajo, se nos da una pista muy valiosa para saber cuándo podemos aplicar las medidas correctivas adecuadas.
III. El mito de la dependencia de las redes sociales: Otro postureo tecnófobo especialmente ridículo es aquel que considera a las redes sociales lo peor de lo peor. Se ha puesto de moda culpar a las redes sociales de nuestros peores males y renegar de ellas es condición sine qua non para parecer interesante. Especialmente lamentable es aquel caso del amigo/a o conocido/a que alardea con fruición de que no tiene Facebook ni le interesa. Digo que es lamentable no por la circunstancia de que no esté dado/a de alta en ese servicio, que al fin y al cabo eso es decisión de cada uno, sino por el hecho de que, en muchas ocasiones, ese alardeo lleva oculto un menosprecio a los que sí utilizamos la red social. De alguna manera, por el tono con el que afirman “no, a mí eso del Facebook no me interesa, yo prefiero hablar con la gente en persona ” (o las variantes “yo tengo amigos reales” o “eso es para los que ***”) parecen considerar que estar en Facebook es de clases inferiores, para tarados sin capacidad de tener vida social “auténtica”.  Muchos de estos conocidos son los mismos que juraron que nunca tendrían móvil y que antes habían jurado que no tendrían DVD y que mucho antes (para los más mayores) habían jurado que no tendrían nunca un reproductor de vídeo-casette.
Cuándo finalmente se dan de alta en Facebook, sin respetarse a sí mismos lo más mínimo, tienen los santos bemoles de afirmar cosas como “sólo me he apuntado para poder seguir las actividades del grupo de tal o cual amigo/a” o excusas por el estilo que no tienen reparo en repetir aún cuando los/las descubres etiquetando a todos sus contactos en una foto del último capuccino que se han tomado en no-se-que sitio (foursquare?).
Lo más atrevidos tienen la audacia de pasarse años actualizando su estados con cosas tipo “definitivamente me voy a borrar de Facebook, estoy harto/a de (...) no esperéis verme por aquí”. Aunque los peores son los que finalmente tienen las agallas de desactivar su perfil y, al primer síntoma de síndrome de abstinencia vuelven a darse de alta con furia renovada. Ríete tú de la fe de los conversos, un re-facebook puede llegar hacer temblar al muro más curtido.
Vamos a ver…Las redes sociales en general y Facebook en particular, son herramientas que pueden ser (y de hecho son) altamente útiles para múltiples utilidades y fines lúdicos, pero al mismo tiempo, también son una cloaca que aglutina lo mejor y lo peor del ser humano. Tienen grandes ventajas pero también incluyen grandes riesgos. Su utilización puede llegar a perjudicarnos (y mucho) incluso cuando hagamos un uso correctos de estos servicios. Pero vamos,….esto no es nuevo, lo mismo ocurre con la conducción de un automóvil o con la utilización de un brasero. Si quieres las ventajas (que, insisto, son muchas) debes aceptar también los riesgos, cómo cuando visitas un país lejano (o Ikea en hora punta). Esto es como el veganismo o el toreo; o te metes o no te metes, pero querer estar y no estar a la vez, aprovechándote de lo bueno sin querer que te salpique lo malo es como tirar la piedra y esconder la mano. Simplemente no funciona.
Si aún no utilizas las redes sociales mi consejo, si lo quieres, es que te informes de los posibles riesgos, que los hay, y luego tomes la decisión que sea según tu conciencia pero deja que yo me encargue de la mía. Si luego te arrepientes y decides darte de baja, adelante! hazlo!, estoy hasta dispuesto a no leer el post que publiques con la epifanía que tuviste cuando decidiste enmendar a tiempo, abandonar Facebook y Twitter, redimirte con la humanidad y volver a tomarte una cerveza con los amigos mirando las estrellas. Pero, por favor, ahórrame y ahórrate el bochorno de sermonearme con lo malas o perjudiciales que son las redes sociales para mi relaciones sociales y para mi crecimiento personal que de eso, de verdad que ya me encargo yo y estoy dispuesto a acarrear las consecuencias de mis errores en cualquier caso.
IV. El mito de los perjuicios para la salud: Y como no, está la afirmación clásica de que pasar mucho tiempo delante de un ordenador puede perjudicar tu salud tanto física como psíquica. Por supuesto que la perjudica. Hace años que trabajo muchas horas delante de un ordenador y he podido comprobar esos problemas en carne propia, pero decidme, ¿qué profesión que merezca llamarse así no entraña perjuicios para la salud? ¿Acaso no los tiene un minero, un agricultor o un ATS? Y si hablamos de los riesgos para la salud de utilizar la tecnología para el entretenimiento ¿acaso no los tiene el ski, el tenis o hasta la gastronomía? Casi todas la actividades humanas tienen una parte de riesgo o perjuicio para la salud , hasta las más nobles (que le cuenten a Bethoven) el secreto está en aplicar las contramedidas necesarias para intentar re- establecer el equilibrio. En mi caso para compensar los males físicos práctico ejercicio y para los problemas psíquicos el misticismo POP.
Es normal padecer tecnofobia en alguna medida, es inherente al ser humano el miedo a lo desconocido. Yo mismo, considerándome tecnófilo, he creado imágenes como ésta, inspirado en el mito II que comento en este post. Pero pienso que lo saludable, antes de tomar posiciones tecnófobas respecto a tal o cual tecnología, sería que nos interrogáramos acerca de lo que implica para nuestra vida dicha tecnología y reflexionáramos un poco sobre los posibles beneficios o perjuicios que nos pueda aportar antes de aceptar opiniones enlatadas. Al fin y al cabo, lo verdaderamente importante es tener la capacidad para formar nuestras propias convicciones con criterio y sin dejarse contaminar  por modas o postureos.
Particularmente considero que la tecnología, si bien ha traído muchas desgracias a la humanidad, no es menos cierto que también ha traído muchas alegrías. No considero que la tecnología sea indeseable sino todo lo contrario, pienso que es algo de lo que el ser humano debe sentirse especialmente orgulloso y pienso que el mundo es un sitio mejor con muchas de ellas cuando se utilizan de forma adecuada. Es cierto que la tecnología ha sido la responsable, en muchas ocasiones a lo largo de la historia, de la muerte de millones de personas pero la misma tecnología es la que ha hecho posible que hoy seamos 7000 millones de individuos sobre el planeta. Sin esa tecnología es más que probable que tú y yo no hubiéramos nacido nunca y, desde luego, no sería posible que estuvieras leyendo esto. Personalmente pienso seguir utilizando, disfrutando y aprovechando las últimas tecnologías mientras pueda porque además soy de los que piensa que la creciente escasez de combustibles fósiles hará que cada vez nos sea más difícil acceder a la tecnología en general y nos hará renunciar a la fuerza a muchas de las comodidades que hoy en día son posibles gracias a ella.

miércoles, 24 de julio de 2013

El mito de la zona de confort




Unos de los temas que más populares se ha vuelto en el mundo del coaching, la psicología positiva y el misticismo pop en general es el de la llamada “zona de confort”.

Existen varias versiones de esta teoría pero todas vienen a decir lo mismo: La zona de confort es esa que está definida por todo aquello que conoces, que has integrado en tus hábitos y costumbres y donde te encuentras seguro/a y comodo/a. No obstante, las nuevas posibilidades, la oportunidades de crecimiento personal o incluso la promesa de felicidad se encuentran fuera de esa zona de confort y por tanto hay que tener coraje para salir de ella y lanzarse audazmente fuera, en busca de todas esas maravillas.

Pienso que la afirmación de que para descubrir cosas nuevas hay que hacer cosas nuevas y por lo tanto estar dispuesto a modificar o descartar viejos hábitos, miedos etc. (llámese zona de confort) es, efectivamente, bastante acertada y difícilmente discutible. El problema, es que, como ocurre casi siempre en el mundo del coaching-desarrolloPersonal-autoayuda-misticismoPop-newAge, estas fórmulas se sueltan a la brava como remedio mágico a casi todo, cual bálsamo de Fierabrás que igual te cura un dolor de muelas que una picadura de mosquito, un estreñimiento o un mal de amores. Esa manía de soltar soluciones generalistas a cuestiones que por fuerza son subjetivas, y por consiguiente distintas y diferenciadas en cada individuo en particular, acaba siendo dañina en la mayoría de los casos.

Vamos a dar por bueno que salir de la zona de confort es recomendable para todo el mundo, sin embargo el cómo y el cuándo se salga de esa zona debe ser algo específico para cada uno. No hay pesado más pelmazo que aquel que ha salido de su zona de confort antes de tiempo. Salir de la zona de confort es –por pura definición- inconfortable, supone cambios que si no se suministran en la dosis adecuada pueden llegar a ser frustrantes y hasta traumáticos.

“Fuera de la zona de confort es donde ocurre la magia” dicen, pero también es donde ocurren las catástrofes. Hay que saber muy bien del lugar de donde partimos y en que dirección nos movemos para poder encontrarnos, preferentemente, con lo primero y no con lo segundo. Pienso que lo prioritario antes de abandonar nuestra ZDC es conocerse muy bien a uno mismo para determinar adecuadamente como han de ser de cortos o largos nuestros pasos a la hora de cruzar la frontera de lo cómodo-conocido para poder garantizar un mínimo de posibilidades de éxito. Por supuesto siempre se asumen riesgos, pero estos han de estar dentro del dominio de lo que podemos gestionar de forma solvente con los recursos con los que contamos. Nunca se me ocurriría abandonar una avioneta en pleno vuelo sin paracaídas por mucho que el interior de la avioneta fuera mi zona de confort. Quizá lo primero sería valorar que necesito para poder realizar este paso de forma razonable (encontrar un paracaídas y saber cómo funciona por ejemplo).

Hay personas que quizá tengan suficientes tablas para poder lanzarse a lo desconocido sin ningún problema mientras que otras quizá necesiten algún apoyo para hacerlo o tal vez hacerlo de forma más gradual.

Por ejemplo, conozco gente que se fue a vivir a Alemania sin conocer una sola palabra del idioma y eso no sólo no les supuso ningún problema sino que además les sirvió de acicate para espabilar. Otras sin embargo prefirieron estudiar para tener una mínima base antes de realizar el viaje ya que lo contrario les hubiera supuesto un frustración que les hubiera hecho desistir. Yo mismo, cuando decidir salir de mi zona de confort para aprender a patinar, lo hice a lo bruto. En dos semanas ya patinaba más o menos bien pero tuve que pagar el precio con numerosos golpes y moratones. Otros compañeros optaron por “salir de la zona” más poco a poco pero ahorrándose acabar con los huesos molidos, algo que les hubiera hecho desistir.

El efecto de salir de la zona de confort demasiado rápido o en la dirección equivocada embriagado/a con la soflama del librillo o el artículo de turno suele traducirse en diferentes resultados, ninguno de ellos bueno. A saber…

Él/la que sale de su zona de confort muy pronto, se lleva el gran varapalo y vuelve de nuevo a su interior con el rabo entre las piernas para enquistarse de forma aún más blindada , sin ninguna intención de volver a intentarlo y criticando a todo el que se atreve a insinuar lo contrario.
Él/la que después de darse el primer porrazo fuera de la zona cree que no lo ha intentado con la suficiente intensidad y sigue probándolo con más ahínco cayendo en una espiral suicida que le/la acaba poniendo en alguna situación de no retorno en la que acaba pereciendo o convirtiéndose en todo lo contrario a lo que pretendía en un principio
Él/la que tras sufrir las primeras frustraciones fuera de la zona de confort se culpa a sí mismo/a y se niega a volver de nuevo a dicha zona para re-plantear la estrategia. Por el contrario sigue acumulando frustraciones hasta triturar su auto-estima al máximo y cayendo en posturas victimistas o, peor aún, apuntándose a cursos de auto-ayuda.
Él/la que es totalmente incapaz de reconocer que ha fracasado en su excursión fuera de la zona de confort y se pasa el resto de su vida justificándose ante él/ella mismo/a y antes los demás de cada uno de sus actos.

En conclusión. ¿Quieres salir de tu zona de confort?, adelante, nada te obliga a hacerlo pero probablemente encuentres muy buenas cosas allá afuera. No obstante se consciente de que también corres riesgos así que mide tus pasos para asegurarte que la velocidad a la que sales y la dirección en la que vas es la correcta. No hay que tener miedo de los obstáculos pero tampoco parece tener mucho sentido padecer sufrimientos inútiles fácilmente evitables.

Haciendo la comparación gráfica, salir de nuestra zona de confort es como salir con una linterna de una habitación con luz a una inmensidad a oscuras. Conforme tu linterna va iluminando lo que hay a tu alrededor vas decidiendo en qué dirección será tu siguiente paso y a qué velocidad lo vas a dar. No parece tener mucho sentido empezar a correr como un/a loco/a si tu linterna no alumbra más allá de unos palmos. Si lo haces es muy probable que choques con algo y te hagas un buen chichón.

Imagen via Flickr. Creative Commons by Dirk Durkhorn www.flickr.com/photos/fahrertuer/8845045535/in/photostream/

miércoles, 10 de julio de 2013

Tú eres tres: Mente, Emoción y Cuerpo


Conviven en nosotros tres seres  que, a falta de un denominación mejor, llamaremos MenteEmoción y Cuerpo. Cada uno tiene sus propias particularidades aunque es la unión de los tres las que nos hace únicos. A continuación expongo las principales características principales de cada uno.
Mente
Es el más despistado de todos aunque se cree no sólo el más listo sino también el único. Mente piensa que él es en realidad la persona en sí, e ignora frecuentemente al resto de sus compañeros (muchas veces se olvida incluso de que existen). Mente se cree con autoridad y con derecho para dirigir la vida de todo el organismo y suele ignorar y despreciar los mensajes que recibe de Emoción y de Cuerpo salvo cuando estos coinciden con sus intenciones. Entonces él se autoproclama como el autor de esos mensajes negándole todo el mérito al autor verdadero.
Mente es también un iluso, pues cree que él es el responsable de organizar la vida del organismo entero. Piensa que si pasa esto o aquello es debido a sus decisiones, también se cree en posesión de la verdad. No es extraño que esto sea así pues es en Mente donde reside el ego y la locura.
Por otra parte Mente es el que mejor maneja el lenguaje verbal, es un gran orador; también es muy hábil haciendo cálculos y previendo situaciones incluso antes de que éstas sucedan, lo que facilita al resto de compañeros prepararse para afrontar dichas situaciones. Otra de sus grandes virtudes es la curiosidad, su habilidad para hacerse preguntas y su avidez para desear encontrar respuestas. Desafortunadamente no siempre es hábil seleccionando la mejor respuesta y suele equivocarse con frecuencia a la hora de elaborar juicios, por eso a veces debería apoyarse en sus hermanos para ser más eficiente. Cuando se educa y se entrena bien, Mente puede ser extraordinariamente creativo y posee inigualables habilidades para poner etiquetas, ordenar y estructurar el caos.
Emoción
Emoción es el más fuerte de los tres aunque también es el más vulnerable a las manipulaciones. No hace caso de los delirios de grandeza de Mente porqué sabe que, llegado el caso, él tiene todas las de ganar para hacerse con el mando del organismo. Mente cree mandar, Emoción sencillamente… manda. Aunque no es muy consciente de su poder, realmente Emoción es muy poderoso y puede llegar a enloquecer a Mente y a enfermar a Cuerpo si no aprende a estabilizar su energía. Es el que tiene más facilidad para conectarse con el mundo de lo no manifestado y puede llegar a servir cómo puente para acceder a él. No es muy hábil con las palabras, pero domina a la perfección el resto de lenguajes como la música, la estética o el arrebato. Es donde reside el miedo y el deseo y es extremadamente volátil, de ahí que haya que manejarlo con mucho cuidado. Acostumbra a acertar bastante más que Mente a la hora de elaborar juicios, pero cuando se equivoca mete la pata hasta el fondo, porque Emoción es extremista en casi todo.
Cuerpo
Con diferencia es el más sabio de los tres pero también el más humilde. Aguanta estoicamente y con una paciencia increíble  el maltrato al que suelen someterle Mente y Emoción con desdén. Cuando tiene algo que decir suele expresarse de forma sutil al principio, pero si no se le escucha  puede llegar a estallar en cólera y expresarse a gritos a través de la tensión y la enfermedad. Cuerpo es el vehículo que nos permite permanecer y existir en el mundo físico y comunicarnos con él. Es muy sensible tanto a los factores externos como a la relación con sus hermanos Emoción y Mente. Es muy excitable y su excitación puede llegar a nublar a los otros dos. Ante otro organismo actúa como primera carta de presentación. Precisa de los mismos cuidados y atenciones que los otros dos, pero al ser más resistente se suele abusar mucho más de él, se le envenena, se le agota, se le ensucia y en ocasiones se le utiliza como a un animal de carga o como a un cubo de basura. No entiende de lenguaje hablado o escrito (aunque es el que mejor ayuda a Mente a escribir o a Emoción a cantar), su lenguaje es el de las caricias, los suspiros y los besos que domina con maestría.Cuerpo sufre si está solo y si no lo tocan. Es donde reside la vida, el placer y el dolor. De hecho, si se sabe dialogar con él, Cuerpo puede llegar a proporcionarnos grandes satisfacciones pero si lo abandonamos a sus suerte puede provocarnos grandes sufrimientos. Al contrario queMenteCuerpo no lleva muy bien eso de envejecer por eso es perentorio aprender a cuidarlo, mimarlo y respetarlo más de lo que se acostumbra.
Ahora que ya sabéis que en realidad no sois uno sino tres. Es importante no olvidar que solamente la perfecta armonía entre estos tres seres harán de nosotros una persona completa.

martes, 9 de julio de 2013

En torno a la procrastinación








Desde que conocí el término procrastinación, siempre le había dado una connotación negativa. Sólo hace falta ver el apartado de testimonios de la web de http:// http://www.procrastinacion.org/ para comprobar que para muchas personas este hábito se ha convertido  incluso en un angustioso problema (bueno… también hay que decir que lo que padecen algunas de esas personas va mucho más allá de la procrastinación) . El caso es que la concepción que tenía hasta hace muy poco de este fenómeno era la de algo que debía evitarse y que no era para nada deseable.
No obstante en algunos artículos de este mismo blog empecé a leer textos donde se planteaba que la procrastinación no tenía porqué ser necesariamente algo malo, e incluso en algunos casos podía llegar a ser algo positivo. Hace poco escuché una interesante conferencia donde Gabriel Suchowolski venía a afirmar que la procrastinación era una de las mejores aliadas de la creatividad y que, en lugar de evitarla, debíamos fomentarla como un método de investigación.

¿Habéis sentido alguna vez esa sensación, al escuchar una idea, que dicha idea os “resuena”?, ¿qué os causa un cosquilleo que te hace intuir que detrás de eso hay mucho más si tiras del hilo? Pues eso mismo es lo que empecé a notar con este tema de la procrastinación. Y como nada es casualidad cuando tu atención está enfocada cual antena parabólica, no se como fue a parar a mis manos la obra Antifragile de Nicolas Nassim Taleb, donde entre otras muchas cosas, explica que, en realidad, la procrastinación es una sabio y muy efectivo método de nuestro subsconsciente para evitar invertir energías en cosas que no valen realmente la pena y cuya conclusión no urge verdaderamente para nuestra supervivencia o nuestro desarrollo. En sus palabras la procrastinación es “un mensaje que nos envía nuestra fuerza de voluntad, vía baja motivación, de que aquello que estamos haciendo no es realmente valioso para nosotros” ,o que es “un mensaje de mi yo interior y mi profundo pasado evolutivo para resistirme al intervencionismo”. La demostración que usa Taleb para ilustrar este hecho es: “Yo no procrastino cuando veo a un león entrando en mi dormitorio o fuego en la biblioteca de mi barrio”.   Ante este argumento, lo primero que uno piensa es algo del tipo…”Pero si debo terminar un trabajo que tengo asignado, se supone que lo valioso para mí es acabarlo y no dejarlo en suspenso hasta el último minuto. De finalizarlo o no puede depender mi empleo (o mis estudios) y por lo tanto mi sustento ”. Pues ahí está la cuestión, ya que, según Nicholas Taleb, procrastinar no es irracional lo que es irracional es el entorno económico que hemos creado entre todos y que nos obliga a actuar de esta manera.

Foto cortesía de: gingerpig2000