lunes, 13 de febrero de 2017

Reflexiones sueltas acerca de la energía financiera




Después de la lectura de Dinero y Conciencia de Joan Antoni Melé he estado pensando en muchos conceptos que he ido cristalizando en reflexiones sueltas y ambiguas. Como resumen diré que la mayor lección que he obtenido ha sido la de comprender que el dinero es un símbolo que sirve para convertir parte de nuestra energía vital en lo he venido a llamar, a falta de un término mejor, “energía financiera”. En efecto, el dinero, como la mayoría de los símbolos es neutro, su magia empieza a actuar cuando lo utilizamos como instrumento en el que traducir nuestros impulsos e intenciones en operaciones financieras de venta y compra que tienen consecuencias y que por lo tanto no son en absoluto neutras. Todos los símbolos tienen un poder inmenso en cuanto son activados por la psique humana. Podemos decir que el poder simbólico es uno de los más potentes que hay en el mundo. Esto se hace especialmente evidente con el dinero. En un sistema social, como el nuestro, regido por las políticas monetarias, todos nos hemos puesto de acuerdo para atribuirle a las diferentes divisas un poder fáctico, de tal manera que el poseer mucho dinero llega a ser equivalente de poseer mucho poder.
La naturaleza simbólica del dinero se pone de manifiesto cuando pensamos en la utilidad que tendrían un montón de fajos de billetes si estuviéramos aislados en una isla desierta en medio del océano o perdidos en una cumbre montañosa. Está claro que el dinero manifiesta su poder dentro del contexto social humano. Pero eso no cambia mucho las cosas, el poder por muy simbólico que sea no deja de ser poder y es ahí donde está el meollo de la cuestión.
Cuando tenemos un euro en el bolsillo tenemos una porción de poder, una porción de energía ya que ese euro nos permite hacer muchos tipos de transacciones. En nuestras manos está la elección de cómo utilizar esa energía, de cómo ponerla de manifiesto. Podemos escoger comprar algo con él o meterlo en una hucha para decidir que hacer con él en el futuro o podemos regalárselo a alguien. En cada caso nuestra elección tendrá unas consecuencias en el mundo. Por supuesto el impacto será distinto en función de la cantidad de dinero (energía financiera) que se utilice y la forma en la que se utilice, pues un puñado de euros pueden tener mucho más impacto que muchos miles de ellos; por ejemplo comprarle un libro a un niño prometedor por unos cuantos euros a la larga puede repercutir en beneficio de la sociedad mucho más que varios miles de euros gastados en un casino. Y aquí es donde entra en juego la conciencia. La relación entre el dinero y la conciencia es muy estrecha. El problema de no poder prever con exactitud las consecuencias de nuestras operaciones financieras puede complicar un poco las cosas, no obstante es razonable pensar que uno hábitos financieros son más saludables que otros. Al igual que se malgasta energía eléctrica dejando la luz encendida, energía física corriendo sin sentido o agua dejando el grifo abierto, también se malgasta energía financiera cuando se derrocha dinero en operaciones improductivas. Al igual que el derroche de otro tipo de energía no es inocuo sino que tiene consecuencias negativas, el derroche de energía financiera tiene también consecuencias negativas desde el momento en que ese dinero que se ha derrochado no se ha utilizado para realizar otras acciones provechosas. Así que podríamos decir que malgastar la energía financiera es una mal hábito. Invertir energía financiera comprando productos en un comercio que mantiene puestos de trabajo y hace una labor social, sería, por el contrario, un buen hábito.
Sería posible elaborar un listado de buenos hábitos financieros:
  • Invertir en bienes que produzcan beneficios a tu comunidad
  • Comparar precios y escoger la mejor opción calidad/origen/precio (valorar otras variables a parte de la propia de precio)
  • Optimizar energía financiera, ¿por qué gastar más pudiendo gastar menos?
  • Utilizar la banca ética
  • Aprender a ser felices con necesidades que optimicen al máximo la energía financiera (aprender a hacer más con menos)
Claro que un listado así en frío en algo muy genérico y siempre será necesario estudiar el contexto concreto en el que operamos con nuestro dinero. Por eso es prioritario hacernos responsables de nuestro uso del vil metal y eso supone interesarse, en la medida de lo posible,  a donde va a parar nuestro dinero y que uso se hace de él.
Además la energía financiera , como toda energía, es líquida, es un fluido (no es casual que el termino “liquidez” se use con tanta frecuencia en ámbitos financieros) esto quiere decir que manifiesta su poder cuando fluye y queda oculto de forma latente cuando se almacena. El hecho de que fluya además hace que, inevitablemente, en ocasiones este flujo sea más abundante y en ocasiones más escaso (exactamente lo mismo que ocurre con nuestra energía física por ejemplo), por eso gestionar responsablemente nuestra energía financiera se convierte en un arte.
Si aceptamos que efectivamente el dinero es un tipo de energía que fluye  a lo largo de nuestra vida, será más fácil a su vez aceptar que habrá ocasiones en que dispongamos de más energía y otras veces de menos. Pero si aprendemos a gestionar de forma saludable dicha energía siempre estaremos en disposición de mantener unos niveles óptimos para llevar una vida plena. (la ampliación de este punto bien valdrá otro post)
Pensemos en un martillo. Cuando el martillo está guardado en la caja de herramientas su poder está en forma latente o potencial. El lladrillo potencialmente puede clavar muchos clavos, enderezar una barra o hacer otro tipo de operaciones, pero mientras está encerrado en la caja de herramientas ninguna de esas posibilidades se manifiesta. Es en el momento en que se saca de la caja, se empuña y se le hace trabajar cuando el martillo demuestra realmente su utilidad. De la misma forma, cuando el dinero está guardado en una cuenta bancaria su poder sólo está latente y no se manifiesta más que de forma indirecta (el simple hecho de tener mucho dinero en la cuenta corriente puede hacer aumentar la confianza de otros o la propia autoconfianza ) mientras que cuando se utiliza, es decir cuando se hace circular, su poder se manifiesta de  forma evidente. Pero un martillo es un objeto sólido, así que cuando deja de utilizarse, salvo por quizá algunas pequeñas muescas, mantiene sus posibilidades intactas, sin embargo la energía financiera, como cualquier otro fluido, se disipa, se agota tras su utilización (cómo el agua o el gas) por eso una de las claves para poder manejar eficientemente la energía financiera, aparte del ahorro y el gasto consciente, es el saber encontrar fuentes de energía financieras también conocidas como fuente de ingresos.
Desafortunadamente, no todas las personas están preparadas para hacer un uso adecuado de la energía financiera. De hecho suele ocurrir que muchas de las personas que disponen de más energía financiera son las que peor uso hacen de ella, y esto se traduce en la aparición de mucho sufrimiento. El dinero no sólo hay que saber ganarlo, también hay que saber gastarlo y cuando se utiliza sin la suficiente madurez puede llegar a ser muy peligroso para los demás y para el propio poseedor del dinero, ¿hace falta recordar la cantidad de vidas que se han arruinado por culpa de una mala utilización del dinero?. El exceso de energía financiera puede ser tan doloroso como su escasez extrema (de nuevo, exactamente igual que lo que ocurre con otras energías) y cada persona está preparada para manejar una cantidad limitada de esta energía. Por eso los cambios bruscos en los flujos pueden ser muy problemáticos como se ha podido comprobar en muchos casos de premiados de la lotería, con premios muy cuantiosos , que han llegado a confesar haber atravesado por muchas perturbaciones en su vida diaria hasta que han logrado adaptarse a la nueva situación. Una buena cantidad de ellos además, al cabo de unos cuantos años volvieron al mismo nivel de renta que tenían antes de la obtención del premio como resultado de operaciones financieras desafortunadas fruto de su falta de conocimientos de inversión.
El secreto está en descubrir en que rango de cantidades te manejas a gusto y a partir de ahí intentar que tus gastos tenga un impacto positivo en la sociedad o al menos el menor impacto negativo posible. No olvidemos, por ejemplo, que el simple hecho de comprar un dispositivo electrónico alimenta el tráfico de Coltan que genera mucho sufrimiento al cabo del año sobre muchas personas. Al menos si con la ayuda de ese dispositivo electrónico podemos educarnos a nosotros mismos  o crear contenido que ayude a otras personas, habremos paliado, aunque sea en parte, ese sufrimiento cambiando la polaridad de la energía financiera invertida.
Por eso es importante saber utilizar nuestra energía financiera con sabiduría. El dinero de por sí no es malo ni bueno, es la conciencia que hace uso de él lo que puede convertirlo en la perdición de la sociedad o en un instrumento muy poderoso para crear y compartir bienestar.
Hagámonos pues responsables de nuestra energía financiera y utilicemosla para aquello que consideramos justo.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Videojuegos sí, esclavitud no


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En más de una ocasión y en este mismo blog he manifestado mi total apoyo a los videojuegos como algo que no únicamente puede ser my divertido sino también una estupenda herramienta de aprendizaje y una gran ayuda para desarrollar múltiples habilidades mentales. Soy un acérrimo detractor de la corriente ideológica que defiende que los videojuegos son, por definición, algo dañino especialmente para los jóvenes. Más bien defiendo todo lo contrario, que deberíamos acercar los videojuegos a los niños/as y jóvenes y guiarlos en escoger los títulos de la misma manera que podemos hacer con sus lecturas o con sus aficiones deportivas.
Ahora bien, una cosa es pensar que los videojuegos pueden ser muy buenos y otra muy distinta pensar que todos lo son. Con los videojuegos como con cualquier instrumento de comunicación humana; pueden ser muy beneficiosos o pueden ser nocivos y sin duda algunos videojuegos pueden llegar a ser muy nocivos. Y no estoy pensando precisamente en ese tipo de videojuegos que tanto gusta denostar en la prensa sensacionalista en los que hay exceso de violencia, lenguaje soez o se defiende un tipo de héroe de moral cuestionable. No es que ese tipo de juegos me entusiasmen pero considero que los que estoy refiriendo son mucho peores.
Estoy hablando de esos juegos -generalmente para dispositivos móviles- que te obligan a "fichar" cada día, algunos incluso cada pocas horas para ir recibiendo "obsequios" virtuales o incluso para cumplir los propios objetivos del juego. Todo empezó, más o menos, con juegos como aquel de la granja donde había que invertir unos pocos minutos cada día para regar los tomates y abonar el maíz con el fin de que no se te secara la cosecha. El mecanismo se fue sofisticando y de ahí se pasó a tener que comparecer un día determinado porqué ese era el único día en el que tal o cual obsequio se podía conseguir (cómo si hubiera un imponderable de la naturaleza que así lo obligara). De los días se pasó a las franjas horarias. y luego ya vinieron los bonus o cofres de regalo que se regeneran cada 24, 12, 8 o 4 horas, los premios que se obtenían jugando cinco días seguidos sin fallar ni uno, los rankings de prestigio en los que desciendes si no juegas asiduamente o la aldea que puede ser saqueada en cualquier momento si no estás conectado a la partida. El paroxismo podrían ser esos videojuegos multi-jugador donde te arrojan a la liga de los "parias" o los "indeseables" si de forma re-incidente abandonas la partida antes de acabarla  (poco importa que lo hayas hecho de forma voluntaria o porque se te ha cortado la conexión).
Y yo me pregunto ¿acaso no tenemos bastante con el stress que nos impone al diario el frenesí de la vida moderna? ¿Es que no tenemos suficiente con fichar en la oficina o en la fábrica que además queremos fichar en esos lugares virtuales? Ya somos esclavos de muchas obligaciones impuestas por el trabajo, la familia, las instituciones o la presión social en general ¿De verdad necesitamos más cadenas?
Lamentablemente he sido testigo, con conocidos cercanos, de situaciones que podemos calificar de surrealistas sin ningún temor a equivocarnos; personas que prefieren llegar tarde al trabajo o ausentarse de una reunión de negocios antes que faltar a su cita con la partida, personas con estados de ansiedad importantes al pensar que en ese momento pueden estar atacando su aldea virtual, personas que prefieren faltar a un evento con amigos o familia antes que cortar su racha de partidas diarias seguidas o auténticos ataques de ira provocados por una interrupción en una partida cuyo abandono te penaliza. Yo mismo, sin llegar quizás a esos extremos, he incurrido en alguno de esos comportamientos. Corté por lo sano el día que me descubrí a mi mismo pendiente de llegar a tiempo a un lugar tranquilo para poder rendir cuentas puntualmente a mi cita con la partida diaria.
Mi conclusión al respecto es clara. Si no te importa que un juego monitorice y condicione tu agenda y tu vida  me alegro por ti, pero personalmente no estoy dispuesto a que una partida me obligue a estar delante de la pantalla a una hora o día determinado. Un videojuego deja de ser divertido cuando deja de estar a tu disposición y tú pasas a estar a disposición suya. Me gusta que poner en marcha un videojuego, al igual que abrir un libro, sea algo que pueda hacer cuando, donde y cómo quiera sin tener que estar pendiente de ninguna agenda o de la ventana de tiempo durante tal o cual cachibache estará disponible por tiempo limitado.
Entendedme, comprendo que la mayoría de fabricantes de juegos hayan optado por el modelo Freemium para conseguir ingresos en una época en la que casi nadie está dispuesto a pagar por un juego en un dispositivo móvil y que parte de esos mecanismo freemium consistan en asegurarse una audiencia mínima diaria a ese juego ¿Pero en serio no es posible imaginar otras formas de "enganchar" a un usuario que obligarlo a comparecer cada día?
Por supuesto sigo jugando a videojuegos pero ignoro las opciones que me exigen estar pendiente del tiempo o el calendario y cuando me encuentro con algunos de esos juegos que -de forma tristemente creciente- son injugables sin entrar en esa perversa dinámica de la presencia obligatoria sencillamente los elimino de mi juegoteca.
Videojuegos sí, esclavitud no!