lunes, 29 de julio de 2024

Enalapril como medida de planificaicón vital

 


Uno de los mayores obstáculos con los que debo lidiar para mantener mi salud mental dentro de unos umbrales razonables de bienestar es la gestión de la incertidumbre. En general vivimos tiempos inciertos en el ámbito global y a ello se le suman también bastantes elementos de incerteza en mi circunstancias personales que, sin llegar a ser excesivamente preocupantes, si que son lo suficientemente importantes cómo para que hacer planes a medio o largo plazo me cause un nivel de ansiedad considerable.

La única manera que he descubierto de sobrellevar el día a día alejado de la neurosis es mantenerme anclado el presente siempre que eso sea posible y en lo que se refiere a la inevitable planificación del futuro, limitar mi atención a un plazo de tiempo manejable que me permita alejarme de caer en fantasías catastrofistas tan típicas de mi personalidad neurótica.

El dilema está en que duración darle a ese horizonte temporal manejable. Una semana se me antoja muy corto y un mes quizá se extienda demasiado. Finalmente he hallado una medida que se adapta casi perfectamente a mis biorritmos psicológicos. El blister de de enalapril.

Resulta que desde hace ya algunos años mis problemas de tensión alta me exigen medicarme de forma crónica con estas pastillas cuyo principal objetivo es mantener a raya la tensión arterial. Una cada mañana para recibir el nuevo día. En el blister están indicados además los días de la semana para combatir los típicos despistes que causa el estrés y que te hacen dudar si ese día ya te has tomado el comprimido o no debido a la inconsciencia que provoca el ajetreo del día a día.

En total en cada paquete vienen dos blisters de 14 comprimidos. Esto hace un total de 28 comprimidos que se consumen diariamente, es decir 28 días, casi un mes. Pero hemos de tener en cuenta que prácticamente siempre hay entre 1 y 3 días que se me olvida tomarme la pastilla, así  que en realidad el periodo suele alargarse entre 29 y 31 días, osea, en la práctica, un mes.

Mis periodos de planificación vital se comprenden entre visita y visita a la farmacia para adquirir una nueva caja de Enalapril 20 mg aunque procuro limitar mis preocupaciones a la longitud del blister, 14 días. Si tenemos en cuenta que a veces voy a buscar la caja cuándo aún me quedan dos o tres unidades podríamos concluir que esos periodos oscilan finalmente entre los25 y los 31 días. Pensaréis -y no sin razón- que a fin de cuentas la unidad escogida es el mes y que no hacía falta tanta comedia para llegar a esa conclusión. Sí y no... Efectivamente la medida cronológica coincide bastante pero aquí entra en juego la escenificación. 

El hecho de que yo vea los blisters con los días transcurridos ya agujereados y los días por venir aún intactos me permiten tener una consciencia mucho más vívida del paso del tiempo. Me ayudan a darle ese carácter "memento mori" de ese periodo de tiempo ficticio que yo mismo me he dado para acotar mis pensamientos recurrentes y planes más inmediatos. Al estar dividido el periodo en dos blisters también eso me ayuda a compartimentar mentalmente el periodo.

Eso no quiere decir que no tenga en cuenta preparativos que se extiendan a periodos más prolongados, pero solamente para anotar temas meramente logísticos. Las expectativas y rumiaciones me esfuerzo por mantenerlas siempre dentro de ese marco temporal que me resulta más cómodo y manejable y no es hasta que empiezo a ver que quedan pocas pastillas en el segundo blister que me empiezo a plantear como voy a afrontar anímicamente el próximo periodo.

¿Y tú? ¿tienes algún truco o técnica para gestionar tus días? 


martes, 19 de enero de 2021

La realidad, la narración de la vida y la depresión

 


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En el anterior post hablé de cómo creamos nuestra propia realidad proyectando nuestra subjetividad sobre el soporte de lo que, a falta de un nombre mejor, llamaríamos “realidad objetiva”. La forma de crear esas proyecciones es a través de las “narraciones” que utilizamos para contarnos nuestra propia biografía a nosotros mismos a través de nuestro diálogo interior como expliqué en este otro post.


Como ya se comentaba en ese post, la habilidad que tengamos para contarnos nuestra vida determinará en gran medida la calidad de la experiencia. Asimismo esa experiencia es el punto de partida para escribir el siguiente capítulo de nuestra biografía. El cómo nos haga sentir esa experiencia va a influir en nuestra forma de escribir el siguiente capítulo, que a su vez va a influir en el siguiente y a su vez en el siguiente etc. Es como la manos que se dibujan a sí mismas de MC. Escher .


El problema es que escribir todos los días nuestra propia vida con nuestros pensamientos es una tarea titánica e intensa. El hecho de que lo hagamos todos los días a todas horas hace que no nos paremos a pensar en lo prodigioso de este proceso. Cada mañana nos levantamos y volvemos a articular el complejo y entramado escenario en el que se va a desenvolver nuestra vida. Volvemos a acordarnos de quienes somos, dónde estamos, cuál es nuestra misión y cómo vamos a desarrollar nuestra jornada atendiendo a todas las actividades de nuestra agenda diaria.


Esta tarea, ya compleja de por sí, se puede sobrellevar porque de alguna manera, más o menos clara, sabemos cuál es nuestro “guión”, sea éste acudir a estudiar, ir a trabajar, realizar un viaje, llamar por teléfono a alguien o simplemente tomarnos la pastilla que toca. Pero si las situaciones que vivimos (esto es; los hechos objetivos que ocurren + la narración que hacemos de ello) son difíciles y no ayudan a facilitar tu trabajo como narrador/ra entonces puede ocurrir que la tarea de “escribir” nuestra biografía se convierta en algo agotador. Si las situaciones difíciles se repiten constantemente, además, y no ves la forma de arreglar el guión, puede llegar un momento en que seas totalmente incapaz de seguir, que no puedas escribir ni una sola línea más.


Eso suele ser lo que ocurre, de forma metafórica, cuando sufres una depresión. El guión de tu vida se ha ido enredando de forma progresiva. La mayoría de las veces ni siquiera sabes como la historia ha llegado hasta ese punto, el caso es que ahora ya no sabes cómo continuar el capítulo. No sientes el deseo de seguir empuñando la pluma, simplemente tienes el deseo de dejarla caer al suelo y abandonarla.


Por supuesto siempre hay formas de continuar la historia aunque la enajenación del momento no te deje verlo. Por desgracia muchas personas llegan a la conclusión de que esa narración ya no hay quien la arregle y deciden poner fin a sus historias... osea, a sus vidas. Sin embargo, con ayuda, puedes darte cuenta de que en realidad, en esos momentos lo único que hay que hacer es escribir un punto y aparte. Girar la página y enfrentarte de nuevo a la hoja en blanco listo/a para dar un giro de guión. No importa cuan complicado sea el embrollo de lo escrito hasta entonces, siempre se puede enderezar la narración a base de articular unas buenas frases que den paso a mejores situaciones. Claro que esto no es fácil si estás tú sola/a y exhausto frente a la hoja en blanco pero con la ayuda adecuada de otros narradores casi cualquier historia se puede retomar.


jueves, 7 de enero de 2021

La realidad como arquitectura aumentada


 Existe una disciplina artística y audiovisual popularizada en los últimos años llamada “Arquitectura aumentada”. Esta disciplina consiste en proyectar sobre fachadas de edificios imágenes estáticas y en movimiento que “visten” momentáneamente al elemento arquitectónico con texturas fantásticas que bailan sobre sus muros generalmente al son de la música, transformando los edificios temporalmente en auténticos espectáculos visuales de fantasía. Esto se consigue mediante potentes proyectores que emiten con sus chorros de luz imágenes que previamente han sido diseñadas para que encajen al milímetro con las esquinas, ventanas, puertas y otros recovecos de la arquitectura sobre las que se van a proyectar, dando así la sensación de una alocada piel en movimiento sobre construcciones que por lo general aparecen estáticas con sus fachadas lisas.


Pues bien, pienso que dicha disciplina puede servir, en parte al menos, para explicar cómo la mente crea la realidad.


Cuando muchos y muchas estudiosos/as de distintos campos afirman que nuestra mente crea la realidad es bastante normal que esta afirmación nos cree cierto rechazo. Nos han enseñado que la realidad existe ahí fuera de forma objetiva sin necesidad de que nadie tenga que dar su aprobación para que así sea.


Esto es cierto en parte y es aquí donde entra en juego la comparación con la arquitectura aumentada. Resulta evidente que fuera de nuestras mentes existe una realidad compuesta por infinitud de elementos que habitan en dicha realidad independientemente de si son observados o no. Estos elementos incluyen todos los objetos naturales: plantas animales, las construcciones artificiales, las otras personas, los fenómenos meteorológicos, las ondas electromagnéticas y un largo etcétera que van a estar ahí sí o sí sin tener en cuenta nuestra opinión acerca de ellos. También es cierto que de todos esos objetos que existen y de todos esos fenómenos que suceden nuestras mentes sólo detecta una pequeña parte que filtra a través de la percepción. Recurriendo a la comparación con la arquitectura aumentada, imaginaos la realidad como una inmensa habitación con el suelo, las paredes y el techo pintadas de blanco. En esa enorme habitación habría cubos de diferentes tamaños a modo de mesas y sillas distribuidos aleatoriamente por la habitación junto con estanterías y otros objetos; todos ellos de estructura geométrica simple y pintados de blanco.


En este escenario la realidad serían las proyecciones audiovisuales que cada individuo lanza sobre esos elementos comunes y que convierten la sala blanca aséptica en un bello jardín, una animada fiesta tropical o un lúgubre sótano abandonado. Todo va a depender de las imágenes y la música que proyecte sobre las paredes y los objetos. Por supuesto cada sujeto es únicamente consciente del espectáculo resultante de sus proyecciones (como si llevara unas gafas de realidad virtual).


Las proyecciones creadas dependen de nuestro contexto cultural e histórico, de nuestra educación, de nuestras relaciones y del resto de condicionantes que acaban creando nuestro universo simbólico. A esto deberíamos añadir nuestro propio poso psicológico personal marcado por nuestras fobias y filias. El resultado es la realidad que hemos creado. El lienzo es común para todos pero la imagen que percibimos es personal e intransferible.


Por supuesto, personas que pertenezcan a una misma tradición cultural o que compartan un mismo universo simbólico crearán realidades más parecidas entre sí que la que creará otra persona totalmente ajena a su contexto pero al final el espectáculo visual de cada uno es totalmente particular. Además no tenemos ni la más mínima posibilidad de conocer al 100% el aspecto de una realidad ajena ya que todos consumimos el escenario común a través de nuestra propias “gafas” de arquitectura aumentada. En ese sentido todos ven la habitación blanca de una forma distinta aunque todos se hallen dentro de la misma habitación.


Pues es en este sentido en el que entiendo la frase de que cada uno “creamos” la realidad. Compartimos el mismo escenario que convenimos en llamar “la realidad” pero lo que resulta de nuestra interacción con él es totalmente diferente en cada caso.


Esto que puede sonar inquietante en un sentido en realidad es bastante liberador pues nos indica que, aunque no tengamos muchas opciones de modificar la habitación blanca tenemos bastantes posibilidades de configurar su aspecto final en base a las imágenes que proyectemos sobre ella.


imagen: (CC) wolfgang tönschmidt

lunes, 7 de octubre de 2019

Espacios de transición


Siempre me ham llamado mucho la atención los espacios de transición. Esos espacios que no han sido diseñados para ser el emplazamiento de nada sino como punto de transición espacial o temporal entre dos lugares o estados.
Dichos espacios están destinados a no llamar la atención de nadie. Su destino es pasar desaparecidos o tener únicamente una papel operacional dentro de la memoria pero como mero intermedio entre dos elementos con importancia singular. Son lugares que no importan a nadie

A esta categoría pertenecen los intersticios, los recovecos, los resquicios, los márgenes, las esquinas, los contactos tangenciales.

En la  categoría espacial estos lugares están representados por los pasillos, los corredores, las esquinas, los puentes, las periferias de los barrios, los límites entre una población y otra, los descansillos de escaleras y también los llamados “no lugares” como aeropuertos, estaciones, gasolineras o salas de espera. Son espacios que están destinados a ser espacios de tránsito, en los que el sujeto permanezca solamente de forma provisional. Son eso lugares que, si estás allí, es porque no quieres estar allí que está claro que solamente son sitios de paso en tu vida.

En la categoría temporal estos lugares estañan representados por los edificios abandonados, por los solares que están a la espera de que se decida un uso para ellos, por los muros pintarrajeados que aguardan que alguien los limpie. En definitiva por todos aquellos lugares que se hallan en un paréntesis temporal entre dos estados que están llamados a dar una definición y una función al espacio en sí. 

También en un marco temporal, pertenecerían a esta categoría los momentos de nuestra vida en los que no tenemos asignado una acción en concreto. Los tiempos de espera, de inactividad y de transición entre dos partes de nuestra biografía que pueden considerarse significativos. Aquellos instantes de nuestra vida que, si fuera representada por una melodía musical, corresponderían a los silencios.

El caso es que es en eso lugares, espaciales, temporales y mentales donde suelo encontrarme más sereno y también más a gusto y sosegado. No se si tendrá algo que ver que he vivido siempre en lugares del extra-radio, en lugares en los márgenes pero el caso es que esos lugares sin definición en los que reina la ambigüedad es donde consigo conectarme más con el mundo y conmigo  mismo.

martes, 10 de septiembre de 2019

Psicodelia digital

Los enteógenos son un tipo de drogas que se caracterizan por su carácter alucinatorio. Sustancia como el LSD, el DMT, las psilocibina o la mescalina tienen, según cuentan, la capacidad de abrir nuevas puertas a la percepción y hacernos visualizar nuevos mundos dentro (o fuera) de éste llenos de vicos colores y danzantes figuras geométricas. Además se puede aumentar nuestra compresión del tiempo, el espacio y la naturaleza de la existencia misma. Esto es lo que se conoce como el “viaje” o “trip”

Por lo visto son sustancias que no dejan secuelas o efectos secundarios y que sin embargo ayudan a expandir el nivel de conciencia y profundizar en la espiritualidad.

Si te interesa explorar el tipo de realidad al que abren estas sustancias pero no quieres correr el riesgo de tener un mal viaje (que también los hay, antención) siempre te queda la opción de probar este software en línea Deep Dream Generator. Se trata de una serie de algoritmos creados por el progamador Alex Mordvintsev, junto a Christopher Olah y Mike Tyka que permiten crear imágenes con un aspecto totalmente psicodélico a partir de cualquier tipo de fotografía.

Muchos psiconautas veteranos aseguran que las imágenes que se consiguen con algunas de las combinaciones de los ajustes son muy similares a las que han visto en sus viajes enteogénicos. No deja de ser curioso también que tal y como se comenta en este artículo, que cuando se intentó crear una algoritmo para tratar de interpretar y reconocer imágenes de la realidad el resultado fuera algo tan parecido a las imágenes que emergen en el cerebro tras la ingestas de piscodélicos.

Os dejo aquí algunos de los primeros experimentos que he realizado con este software y la imagen de la cual partí para que vosotros mismos podáis comparar. Aunque, lógicamente, lo mejor es que probéis por vosotros mismos con vuestras propias fotos. https://deepdreamgenerator.com/




lunes, 27 de mayo de 2019

La mente, instrucciones de uso.

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La mente es ese invento de la selección natural cuya principal función es “pilotar” al resto del organismo donde reside. Podríamos definirla (de forma un tanto chusca eso sí), como el “software” que genera el cerebro para gestionar el resto del cuerpo de cara a maximizar nuestras opciones de supervivencia.

El software mental de un individuo tipo consta de varios, llamémosle, programas.
Uno podría ser el programa Realidad que básicamente se encarga de leer parte de los innumerables datos que rodean al organismo a través de los sentidos. Con la información captada y con la ya almacenada en tu cerebro, la mente hace una amalgama y “pinta” para ti ese cuadro que llamamos realidad y que, erróneamente, pensamos que es única y la misma para todos.

Otro programa podría ser el Ego. Son toda ese conjunto de instrucciones que te hacen re-conocer como una entidad autónoma y diferenciada del resto de individuos que componen la realidad. Es la que te pinta el espejismo del personaje biográfico que mantiene una coherencia personal a lo largo del tiempo. El ego te hace llegar a creer que tú eres ese personaje y, lo que es todavía peor, que ese “tú” que representa el Ego es el que lleva las riendas de tu organismo, de tu persona y de tu vida. (Una pista; lo más parecido es el niño pequeño subido a un caballo de un carrusel que cree firmemente que es él quien está pilotando el cochecito o el caballo de madera)

Luego está el programa de la consciencia. Está relacionado con el programa anterior. Es lo que te hace re-conocer todo lo que nos rodea. Es el que certifica que sabemos algo, el que levanta acta. La consciencia nos informa incluso de que tenemos un Ego o que estamos pensando o haciendo en un momento determinado . También nos informa de lo que nos pasó en el pasado (los recuerdos) y planifica nuestro futuro (los planes y proyectos). En definitiva es el narrador de nuestra vida y puede llegar a fusionarse en mayor o menor medida con nuestro Ego.

Aparte de estos programas que podríamos calificar de “conscientes” en tu mente existen una infinidad de programas inconscientes. De hecho, la mayoría de neurólogos coinciden en que estos programas son mayoritarios, que la parte consciente es apenas la punta del iceberg de nuestra mente. Obviamente no tienes información de estos programas porque, por su propia definición;  -“inconscientes”- quedan fuera de tu capacidad cognoscible, la consciencia no levanta acta de su presencia ni de su trabajo. Y es una pena, porque son los que definen la mayor parte de nuestra vida y los que afectan de una forma más decisiva a nuestro bienestar y, me atrevería a decir, que a nuestra felicidad.

La buena noticia es que la barrera entre la parte consciente e inconsciente de la mente no es nítida ni infranqueable. Más bien podríamos decir que hay un “degradado” desde la parte puramente consciente a la inconsciente. Lo podemos ver de manera clara en la transición entre la vigilia y el sueño. Con un poco de entreno y observación lo puedes comprobar también si intentas dejar tu mente en blanco. Salvo que seas una de esas personas con muchas horas de entrenamiento en meditación, lo habitual es que empiecen a entrar pensamientos de forma automática y sin pedirte autorización. ¿Quien manda todas esas voces que hablan en tu cabeza incluso cuando no quieres oirlas? ¿Nunca te ha pasado que cuando quieres olvidar algún asunto, recuerdo o persona especialmente desagradable esa vocecilla impertinente te tortura trayéndote ese mensaje una y otra vez a tu cabeza? Pues bien, esas voces son mensajes que llegan de algunos de los programas que residen en tu parte inconsciente y que regulan probablemente más del 90% de tu comportamiento. Muchos estudiosos del tema llaman a ese programa la “mente del mono” en el sentido de que los pensamientos que generan se comportan como un mono que salta sin parar de una rama a otra sin sentido aparente.

Por todo eso pienso que la famosa sentencia “Conócete a ti mismo” que coronaba el pronaos del templo de Apolo en Delfos en realidad lo que estaba tratando de decirnos era que aprendiéramos el funcionamiento de nuestra mente, que nos hicieramos con sus “instrucciones de uso”.

Y es que si nos familiarizáramos con el funcionamiento de estos programas de la mente podríamos llegar conseguir que una mayor región de dichos programas pasaran a la zona consciente. Pretender que toda nuestra mente actúe de forma consciente no solamente no tiene sentido sino que tampoco es deseable. Está muy bien que muchos procesos de nuestra mente se automaticen en el inconsciente (¿Te imaginas lo incómodo que sería que cada vez que condujéramos un automóvil, que leyéramos un texto o nos llevaramos una cuchara a la boca fuera como cuando estábamos aprendiendo a hacerlo?) pero estaría igualmente bien que pudiéramos observar desde cierta distancia muchas de nuestras reacciones, emociones y sentimientos y, sabiendo que programas inconscientes los provocan y moldean, pudiéramos intervenir en dichos programas para que actuaran en pro de nuestros intereses y nuestro bienestar.

Pienso que a esta alturas ya son pocos los que dudan que una parte nada despreciable de nuestro sufrimiento es causada de forma endógena por los pensamientos nocivos que causa nuestra propia mente (la gran parte de veces de forma inconsciente). Es por eso que pienso que vale la pena invertir tiempo en tratar de descifrar cómo trabaja ese “software” mental y aprender a “hackearlo” en cierta medida para que contribuya a nuestra felicidad o, al menos a nuestro sosiego o al cumplimiento de nuestros objetivos. En realidad se trata, como ya he insinuado antes, de aprender de la manera más clara posible cuáles son esas instrucciones de uso para re-programar nuestra mente de forma que cada vez sea más un aliado que un enemigo.

El cómo hacerlo, desafortunadamente, no es algo que se pueda resumir en pocas líneas de texto, ni siquiera en varios tomos. Gran parte del trabajo a realizar opera únicamente en tu ámbito personal y es solamente a ti a quien te toca adivinar donde están las llaves que dan acceso a los secretos de tu mente. Mientrastanto lo que sí puedes hacer es investigar en los numerosos recursos que hay a nuestra disposición en forma de libros, vídeos, experiencias y conversaciones con otras personas y - lo que es más importante - contigo mismo/a. Pero , insisto es una tarea que no se puede delegar y te toca únicamente a ti llevarla a cabo.

viernes, 29 de marzo de 2019

Acitud poética ante la vida




Dentro de la literatura hay dos lenguajes principales, el lenguaje narrativo y el lenguaje lírico-poético. En el lenguaje narrativo lo que importa sobretodo es la yuxtaposición lineal de acontecimientos que siguen generalmente una misma dirección que va del pasado hacia el presente. Obviamente en lenguaje narrativo también podemos encontrar descripciones, metáforas y  manipulaciones del orden temporal como flashbacks, saltos en el tiempo, suspensiones etc. Pero todos estos recursos casi siempre están subordinados al marco lineal de la narración primigenia en la que se hayan incluidos.

La otra aproximación, la poética, tiene a la evocación y a la descripción como bases fundamentales. Aunque pueden aparecer atributos que hagan referencia al tiempo por lo general el género lírico es básicamente atemporal. Se describen realidades, se formulan estados del alma o se expresan situaciones simbólicas pero el esquema planteamiento-nudo-desenlace le es ajeno en la mayoría de los casos. Incluso cuando se cuenta una historia lineal ésta se halla siempre subordinada a la evocación de un sentimiento o a la exaltación de algún otro atributo como la belleza.

Basta echar un rápido vistazo al mercado para comprobar que la narrativa goza de mucha más aceptación que la poesía. Las ventas de novelas superan con creces a las de poemarios y prácticamente el 100% de best sellers son obras narrativas. No en todas las épocas fue así y hay muchas teorías que pueden explicar este fenómeno con relativa sencillez, como aquella que afirma que la digestión intelectual de la prosa de una narración es más ligera que la estructura metafórica de unos versos que requiere algo más de atención, sensibilidad y afán por encontrar el arrobo dentro del lenguaje metafórico de la poesía. Sea como fuere el caso es que podemos establecer un curioso paralelismo con nuestras vidas.

La práctica totalidad de nosotros abordamos la vida desde un punto de vista narrativo. El propio término “biografía” es un género literario narrativo. En nuestra mente rememoramos una y otra vez la  historia  de nuestra vida. El presente es el punto al que nos ha llevado esa historia y el futuro son las páginas de ese libro que aún quedan por escribir hasta llegar a su irremediable final que será nuestra muerte. Esa linealidad que arranca en el pasado con nuestro nacimiento, prosigue en nuestro presente y se proyecta hacia nuestro futuro es la forma en la que abordamos la existencia y la forma en la que nos la contamos a nosotros mismos todos los días.

Sin embargo me pregunto que tal nos iría si nos acostumbráramos a abordar nuestra vida de una forma más poética, a realizar nuestros actos cotidianos como si fueran versos en lugar de párrafos de una historia lineal. No digo que tratemos de pasar todo el tiempo que estamos despiertos intentando dejarnos arrebatar por la belleza que nos rodea, pero sí procurar -al menos un poco cada día- que nuestra mirada al mundo tenga una actitud más lírica. Que tratemos de encontrar ese gran misterio que es la vida detrás de cada uno de los inmensos detalles que nos rodean, que disfrutemos de los momentos atendiendo a todo aquello que nos ofrecen y que dejemos en suspensión esa concepción lineal del tiempo que nos hace ver nuestras vidas como una sucesión de planes que han de cumplirse para emprender otros planes y así hasta el final de nuestros días. Hagamos el ejercicio de simplemente mirar a nuestro alrededor y tratar de ver el instante como un todo completo que contiene todo aquello que en ese preciso momento es importante para el “yo” que habita justo en ese rincón del espacio tiempo. Consideremos la existencia como un fluido que danza incesante pero que no tiene principio y fin definidos. Considerémonos a nosotros mismos como parte de una estrofa que ocupa ese cuerpo en ese momento pero que ocupó otros distintos en otras estrofas de nuestra vida y pensemos en nuestros yos futuros como versos de esa composición musical que es la existencia. Veámonos como un todo con aquel/lla que fuimos y seremos y no como una sucesión de personajes en una biografía.

Durante varias semanas, en diferentes momentos, he tratado de adoptar en mi propio día a día esta actitud poética deleitándome en ese momento con lo que la vida tenía a bien poner ante mí, sin hurgar en el pasado ni lanzar proyecciones de expectativas al futuro. “Vivir el presente” que repiten gurús y libros de espiritualidad de todo tipo y que al final no es más que la actitud poética ante la vida. Tengo que decir que nuestro condicionamiento y adaptación a una concepción de vida narrativa es tan fuerte, que esos momentos apenas duran unos minutos en el mejor de los casos (y ya está bien así, no tienen porque ser más extensos) luego inevitablemente volvemos a nuestros esquemas narrativos vitales de siempre. Sin embargo esos breves instantes en los que se adopta una actitud poética tienen evidentes cualidades terapéuticas. Puedo notar como se reduce la ansiedad y el stress y por un rato los problemas dejan de tener importancia. En los momentos con actitud poética de la vida dejas de preocuparte por lo que ocurrirá mañana, por lo que tales o cuales personas pensarán sobre ti, por lo que debes hacer cuando llegues a tal o cual sitio. Esos micro-momentos con actitud poética no solamente son sanadores de por sí sino que practicados con suficiente regularidad te ayudan a cultivar una actitud poética general ante la vida  que hace que, incluso cuando estás en tu modo narrativo normal, te proporcionen una cierta ligereza que te prepara mejor para los altibajos normales de nuestra vida.

Imagen: Roland Mey