Existe una disciplina artística y audiovisual popularizada en los últimos años llamada “Arquitectura aumentada”. Esta disciplina consiste en proyectar sobre fachadas de edificios imágenes estáticas y en movimiento que “visten” momentáneamente al elemento arquitectónico con texturas fantásticas que bailan sobre sus muros generalmente al son de la música, transformando los edificios temporalmente en auténticos espectáculos visuales de fantasía. Esto se consigue mediante potentes proyectores que emiten con sus chorros de luz imágenes que previamente han sido diseñadas para que encajen al milímetro con las esquinas, ventanas, puertas y otros recovecos de la arquitectura sobre las que se van a proyectar, dando así la sensación de una alocada piel en movimiento sobre construcciones que por lo general aparecen estáticas con sus fachadas lisas.
Pues bien, pienso que dicha disciplina puede servir, en parte al menos, para explicar cómo la mente crea la realidad.
Cuando muchos y muchas estudiosos/as de distintos campos afirman que nuestra mente crea la realidad es bastante normal que esta afirmación nos cree cierto rechazo. Nos han enseñado que la realidad existe ahí fuera de forma objetiva sin necesidad de que nadie tenga que dar su aprobación para que así sea.
Esto es cierto en parte y es aquí donde entra en juego la comparación con la arquitectura aumentada. Resulta evidente que fuera de nuestras mentes existe una realidad compuesta por infinitud de elementos que habitan en dicha realidad independientemente de si son observados o no. Estos elementos incluyen todos los objetos naturales: plantas animales, las construcciones artificiales, las otras personas, los fenómenos meteorológicos, las ondas electromagnéticas y un largo etcétera que van a estar ahí sí o sí sin tener en cuenta nuestra opinión acerca de ellos. También es cierto que de todos esos objetos que existen y de todos esos fenómenos que suceden nuestras mentes sólo detecta una pequeña parte que filtra a través de la percepción. Recurriendo a la comparación con la arquitectura aumentada, imaginaos la realidad como una inmensa habitación con el suelo, las paredes y el techo pintadas de blanco. En esa enorme habitación habría cubos de diferentes tamaños a modo de mesas y sillas distribuidos aleatoriamente por la habitación junto con estanterías y otros objetos; todos ellos de estructura geométrica simple y pintados de blanco.
En este escenario la realidad serían las proyecciones audiovisuales que cada individuo lanza sobre esos elementos comunes y que convierten la sala blanca aséptica en un bello jardín, una animada fiesta tropical o un lúgubre sótano abandonado. Todo va a depender de las imágenes y la música que proyecte sobre las paredes y los objetos. Por supuesto cada sujeto es únicamente consciente del espectáculo resultante de sus proyecciones (como si llevara unas gafas de realidad virtual).
Las proyecciones creadas dependen de nuestro contexto cultural e histórico, de nuestra educación, de nuestras relaciones y del resto de condicionantes que acaban creando nuestro universo simbólico. A esto deberíamos añadir nuestro propio poso psicológico personal marcado por nuestras fobias y filias. El resultado es la realidad que hemos creado. El lienzo es común para todos pero la imagen que percibimos es personal e intransferible.
Por supuesto, personas que pertenezcan a una misma tradición cultural o que compartan un mismo universo simbólico crearán realidades más parecidas entre sí que la que creará otra persona totalmente ajena a su contexto pero al final el espectáculo visual de cada uno es totalmente particular. Además no tenemos ni la más mínima posibilidad de conocer al 100% el aspecto de una realidad ajena ya que todos consumimos el escenario común a través de nuestra propias “gafas” de arquitectura aumentada. En ese sentido todos ven la habitación blanca de una forma distinta aunque todos se hallen dentro de la misma habitación.
Pues es en este sentido en el que entiendo la frase de que cada uno “creamos” la realidad. Compartimos el mismo escenario que convenimos en llamar “la realidad” pero lo que resulta de nuestra interacción con él es totalmente diferente en cada caso.
Esto que puede sonar inquietante en un sentido en realidad es bastante liberador pues nos indica que, aunque no tengamos muchas opciones de modificar la habitación blanca tenemos bastantes posibilidades de configurar su aspecto final en base a las imágenes que proyectemos sobre ella.
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