lunes, 27 de mayo de 2019
La mente, instrucciones de uso.
La mente es ese invento de la selección natural cuya principal función es “pilotar” al resto del organismo donde reside. Podríamos definirla (de forma un tanto chusca eso sí), como el “software” que genera el cerebro para gestionar el resto del cuerpo de cara a maximizar nuestras opciones de supervivencia.
El software mental de un individuo tipo consta de varios, llamémosle, programas.
Uno podría ser el programa Realidad que básicamente se encarga de leer parte de los innumerables datos que rodean al organismo a través de los sentidos. Con la información captada y con la ya almacenada en tu cerebro, la mente hace una amalgama y “pinta” para ti ese cuadro que llamamos realidad y que, erróneamente, pensamos que es única y la misma para todos.
Otro programa podría ser el Ego. Son toda ese conjunto de instrucciones que te hacen re-conocer como una entidad autónoma y diferenciada del resto de individuos que componen la realidad. Es la que te pinta el espejismo del personaje biográfico que mantiene una coherencia personal a lo largo del tiempo. El ego te hace llegar a creer que tú eres ese personaje y, lo que es todavía peor, que ese “tú” que representa el Ego es el que lleva las riendas de tu organismo, de tu persona y de tu vida. (Una pista; lo más parecido es el niño pequeño subido a un caballo de un carrusel que cree firmemente que es él quien está pilotando el cochecito o el caballo de madera)
Luego está el programa de la consciencia. Está relacionado con el programa anterior. Es lo que te hace re-conocer todo lo que nos rodea. Es el que certifica que sabemos algo, el que levanta acta. La consciencia nos informa incluso de que tenemos un Ego o que estamos pensando o haciendo en un momento determinado . También nos informa de lo que nos pasó en el pasado (los recuerdos) y planifica nuestro futuro (los planes y proyectos). En definitiva es el narrador de nuestra vida y puede llegar a fusionarse en mayor o menor medida con nuestro Ego.
Aparte de estos programas que podríamos calificar de “conscientes” en tu mente existen una infinidad de programas inconscientes. De hecho, la mayoría de neurólogos coinciden en que estos programas son mayoritarios, que la parte consciente es apenas la punta del iceberg de nuestra mente. Obviamente no tienes información de estos programas porque, por su propia definición; -“inconscientes”- quedan fuera de tu capacidad cognoscible, la consciencia no levanta acta de su presencia ni de su trabajo. Y es una pena, porque son los que definen la mayor parte de nuestra vida y los que afectan de una forma más decisiva a nuestro bienestar y, me atrevería a decir, que a nuestra felicidad.
La buena noticia es que la barrera entre la parte consciente e inconsciente de la mente no es nítida ni infranqueable. Más bien podríamos decir que hay un “degradado” desde la parte puramente consciente a la inconsciente. Lo podemos ver de manera clara en la transición entre la vigilia y el sueño. Con un poco de entreno y observación lo puedes comprobar también si intentas dejar tu mente en blanco. Salvo que seas una de esas personas con muchas horas de entrenamiento en meditación, lo habitual es que empiecen a entrar pensamientos de forma automática y sin pedirte autorización. ¿Quien manda todas esas voces que hablan en tu cabeza incluso cuando no quieres oirlas? ¿Nunca te ha pasado que cuando quieres olvidar algún asunto, recuerdo o persona especialmente desagradable esa vocecilla impertinente te tortura trayéndote ese mensaje una y otra vez a tu cabeza? Pues bien, esas voces son mensajes que llegan de algunos de los programas que residen en tu parte inconsciente y que regulan probablemente más del 90% de tu comportamiento. Muchos estudiosos del tema llaman a ese programa la “mente del mono” en el sentido de que los pensamientos que generan se comportan como un mono que salta sin parar de una rama a otra sin sentido aparente.
Por todo eso pienso que la famosa sentencia “Conócete a ti mismo” que coronaba el pronaos del templo de Apolo en Delfos en realidad lo que estaba tratando de decirnos era que aprendiéramos el funcionamiento de nuestra mente, que nos hicieramos con sus “instrucciones de uso”.
Y es que si nos familiarizáramos con el funcionamiento de estos programas de la mente podríamos llegar conseguir que una mayor región de dichos programas pasaran a la zona consciente. Pretender que toda nuestra mente actúe de forma consciente no solamente no tiene sentido sino que tampoco es deseable. Está muy bien que muchos procesos de nuestra mente se automaticen en el inconsciente (¿Te imaginas lo incómodo que sería que cada vez que condujéramos un automóvil, que leyéramos un texto o nos llevaramos una cuchara a la boca fuera como cuando estábamos aprendiendo a hacerlo?) pero estaría igualmente bien que pudiéramos observar desde cierta distancia muchas de nuestras reacciones, emociones y sentimientos y, sabiendo que programas inconscientes los provocan y moldean, pudiéramos intervenir en dichos programas para que actuaran en pro de nuestros intereses y nuestro bienestar.
Pienso que a esta alturas ya son pocos los que dudan que una parte nada despreciable de nuestro sufrimiento es causada de forma endógena por los pensamientos nocivos que causa nuestra propia mente (la gran parte de veces de forma inconsciente). Es por eso que pienso que vale la pena invertir tiempo en tratar de descifrar cómo trabaja ese “software” mental y aprender a “hackearlo” en cierta medida para que contribuya a nuestra felicidad o, al menos a nuestro sosiego o al cumplimiento de nuestros objetivos. En realidad se trata, como ya he insinuado antes, de aprender de la manera más clara posible cuáles son esas instrucciones de uso para re-programar nuestra mente de forma que cada vez sea más un aliado que un enemigo.
El cómo hacerlo, desafortunadamente, no es algo que se pueda resumir en pocas líneas de texto, ni siquiera en varios tomos. Gran parte del trabajo a realizar opera únicamente en tu ámbito personal y es solamente a ti a quien te toca adivinar donde están las llaves que dan acceso a los secretos de tu mente. Mientrastanto lo que sí puedes hacer es investigar en los numerosos recursos que hay a nuestra disposición en forma de libros, vídeos, experiencias y conversaciones con otras personas y - lo que es más importante - contigo mismo/a. Pero , insisto es una tarea que no se puede delegar y te toca únicamente a ti llevarla a cabo.
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