Imaginaos que
escribimos una letra A con nuestro ordenador en un procesador de texto o en
cualquier otra aplicación. ¿Esa letra A realmente existe? Supongamos que
llegamos a la conclusión de que efectivamente sí existe, ya que puede ser
captada por los sentidos es decir, podemos ver la letra en la pantalla, no es
un producto de la imaginación. Sin embargo no se trata de una existencia
material, ya que la letra la forma un conjunto de pixeles en pantalla que a su
vez están formados por los transistores de un monitor TFT, por ejemplo.
Digamos que lo
que le da a la letra su entidad es la información que se transmite desde el
teclado a la CPU para que coloree una serie de pixeles en la pantalla TFT de un
determinado color y con una estructura específica. Ok, si consideramos que esto
es así, entonces me surgen las siguientes preguntas.
Si borro esa
letra A a través del ratón y el teclado y luego la vuelvo a escribir, ¿se trata
de la misma letra A o es otra diferente?
¿y si en lugar de
borrarla la corto y la pego en el mismo lugar, es la misma?
¿Y si la
selecciono y la hago más grande o la pongo en negrita?, ¿se trata de la misma
A?
¿Y si la desplazo
en el documento insertando retornos de carro encima?
¿Y si simplemente
la desplazo en pantalla arrastrando las barras de desplazamiento?
Si habéis sido
sinceros con vosotros/as mismos/as habréis descubierto que tenéis tendencia a
responder “sí es la misma” o “no es la misma” dependiendo del enunciado
propuesto, pero si os pregunto que me razonéis el porqué de ese “sí” o de ese “no” descubriremos que la cosa no está
tan clara. Tendemos a antropomorfizar las razones. Por ejemplo estoy seguro que
muchos/as habréis pensado que no es la misma A si se borra y luego se vuelve a
escribir pero sí es la misma si simplemente la arrastramos por la pantalla
mediante las barras de desplazamiento. No obstante en ambos casos lo que sucede
es muy similar, unos pixeles de la pantalla se pintan de un color u otro dándonos
la sensación de que algo aparece y desaparece o de que se mueve en la
superficie del monitor. Lo que decide eventualmente si se trata o no de la
misma A es la tolerancia que queramos aplicarle al término de definición de esa
letra “A”.
Lo interesante es
que, hasta cierto punto, algo similar ocurre con los seres vivientes. Sí, ya se
que estáis pensando que no tiene nada que ver, pero paraos a pensar. En el
fondo estamos formados por átomos y partículas sub-atómicas. Aislados,
esencialmente un electrón no es diferente de otro de la misma forma que una
letra A escrita con el ordenador o un pixel es idéntico a otro. Lo que nos hace
únicos e irrepetibles es la disposición en la que están ordenados esas partículas
formando átomos, células, tejidos y finalmente
nuestro cuerpo, es decir lo que nos hace únicos es, en última instancia, la
información; del mismo modo que ocurría con la letra A.
Además hemos de
tener en cuenta que los átomos que nos constituyen no son los mismos durante
toda la vida, van cambiando a cada segundo en un interminable intercambio dinámico
con el entorno que jamás acaba. Cuando nos vayamos de esta vida es más que
probable que ni uno sólo de los átomos que nos constituyan sean los mismos que
dieron forma a nuestro cuerpo al nacer. De hecho nuestro aspecto no tiene nada
que ver con el del bebé que nació un día, de hecho el Yo de ahora es distinto
del Yo de ayer o del Yo de hace tres minutos. Es sólo una cuestión del nivel de
tolerancia que le apliquemos al término “Yo”. Entonces, ¿qué es lo que nos
define como la misma persona que éramos ayer a parte de nuestra documentación?,
básicamente es la identidad lo que nos define, algo que está compuesto
esencialmente de información.
La conclusión a
la que quiero llegar es que, en el fondo, y salvando las enormes (o no)
distancias, no somos tan, tan diferentes de la A que escribimos con el teclado
sobre la pantalla del ordenador.