martes, 19 de enero de 2021

La realidad, la narración de la vida y la depresión

 


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En el anterior post hablé de cómo creamos nuestra propia realidad proyectando nuestra subjetividad sobre el soporte de lo que, a falta de un nombre mejor, llamaríamos “realidad objetiva”. La forma de crear esas proyecciones es a través de las “narraciones” que utilizamos para contarnos nuestra propia biografía a nosotros mismos a través de nuestro diálogo interior como expliqué en este otro post.


Como ya se comentaba en ese post, la habilidad que tengamos para contarnos nuestra vida determinará en gran medida la calidad de la experiencia. Asimismo esa experiencia es el punto de partida para escribir el siguiente capítulo de nuestra biografía. El cómo nos haga sentir esa experiencia va a influir en nuestra forma de escribir el siguiente capítulo, que a su vez va a influir en el siguiente y a su vez en el siguiente etc. Es como la manos que se dibujan a sí mismas de MC. Escher .


El problema es que escribir todos los días nuestra propia vida con nuestros pensamientos es una tarea titánica e intensa. El hecho de que lo hagamos todos los días a todas horas hace que no nos paremos a pensar en lo prodigioso de este proceso. Cada mañana nos levantamos y volvemos a articular el complejo y entramado escenario en el que se va a desenvolver nuestra vida. Volvemos a acordarnos de quienes somos, dónde estamos, cuál es nuestra misión y cómo vamos a desarrollar nuestra jornada atendiendo a todas las actividades de nuestra agenda diaria.


Esta tarea, ya compleja de por sí, se puede sobrellevar porque de alguna manera, más o menos clara, sabemos cuál es nuestro “guión”, sea éste acudir a estudiar, ir a trabajar, realizar un viaje, llamar por teléfono a alguien o simplemente tomarnos la pastilla que toca. Pero si las situaciones que vivimos (esto es; los hechos objetivos que ocurren + la narración que hacemos de ello) son difíciles y no ayudan a facilitar tu trabajo como narrador/ra entonces puede ocurrir que la tarea de “escribir” nuestra biografía se convierta en algo agotador. Si las situaciones difíciles se repiten constantemente, además, y no ves la forma de arreglar el guión, puede llegar un momento en que seas totalmente incapaz de seguir, que no puedas escribir ni una sola línea más.


Eso suele ser lo que ocurre, de forma metafórica, cuando sufres una depresión. El guión de tu vida se ha ido enredando de forma progresiva. La mayoría de las veces ni siquiera sabes como la historia ha llegado hasta ese punto, el caso es que ahora ya no sabes cómo continuar el capítulo. No sientes el deseo de seguir empuñando la pluma, simplemente tienes el deseo de dejarla caer al suelo y abandonarla.


Por supuesto siempre hay formas de continuar la historia aunque la enajenación del momento no te deje verlo. Por desgracia muchas personas llegan a la conclusión de que esa narración ya no hay quien la arregle y deciden poner fin a sus historias... osea, a sus vidas. Sin embargo, con ayuda, puedes darte cuenta de que en realidad, en esos momentos lo único que hay que hacer es escribir un punto y aparte. Girar la página y enfrentarte de nuevo a la hoja en blanco listo/a para dar un giro de guión. No importa cuan complicado sea el embrollo de lo escrito hasta entonces, siempre se puede enderezar la narración a base de articular unas buenas frases que den paso a mejores situaciones. Claro que esto no es fácil si estás tú sola/a y exhausto frente a la hoja en blanco pero con la ayuda adecuada de otros narradores casi cualquier historia se puede retomar.


jueves, 7 de enero de 2021

La realidad como arquitectura aumentada


 Existe una disciplina artística y audiovisual popularizada en los últimos años llamada “Arquitectura aumentada”. Esta disciplina consiste en proyectar sobre fachadas de edificios imágenes estáticas y en movimiento que “visten” momentáneamente al elemento arquitectónico con texturas fantásticas que bailan sobre sus muros generalmente al son de la música, transformando los edificios temporalmente en auténticos espectáculos visuales de fantasía. Esto se consigue mediante potentes proyectores que emiten con sus chorros de luz imágenes que previamente han sido diseñadas para que encajen al milímetro con las esquinas, ventanas, puertas y otros recovecos de la arquitectura sobre las que se van a proyectar, dando así la sensación de una alocada piel en movimiento sobre construcciones que por lo general aparecen estáticas con sus fachadas lisas.


Pues bien, pienso que dicha disciplina puede servir, en parte al menos, para explicar cómo la mente crea la realidad.


Cuando muchos y muchas estudiosos/as de distintos campos afirman que nuestra mente crea la realidad es bastante normal que esta afirmación nos cree cierto rechazo. Nos han enseñado que la realidad existe ahí fuera de forma objetiva sin necesidad de que nadie tenga que dar su aprobación para que así sea.


Esto es cierto en parte y es aquí donde entra en juego la comparación con la arquitectura aumentada. Resulta evidente que fuera de nuestras mentes existe una realidad compuesta por infinitud de elementos que habitan en dicha realidad independientemente de si son observados o no. Estos elementos incluyen todos los objetos naturales: plantas animales, las construcciones artificiales, las otras personas, los fenómenos meteorológicos, las ondas electromagnéticas y un largo etcétera que van a estar ahí sí o sí sin tener en cuenta nuestra opinión acerca de ellos. También es cierto que de todos esos objetos que existen y de todos esos fenómenos que suceden nuestras mentes sólo detecta una pequeña parte que filtra a través de la percepción. Recurriendo a la comparación con la arquitectura aumentada, imaginaos la realidad como una inmensa habitación con el suelo, las paredes y el techo pintadas de blanco. En esa enorme habitación habría cubos de diferentes tamaños a modo de mesas y sillas distribuidos aleatoriamente por la habitación junto con estanterías y otros objetos; todos ellos de estructura geométrica simple y pintados de blanco.


En este escenario la realidad serían las proyecciones audiovisuales que cada individuo lanza sobre esos elementos comunes y que convierten la sala blanca aséptica en un bello jardín, una animada fiesta tropical o un lúgubre sótano abandonado. Todo va a depender de las imágenes y la música que proyecte sobre las paredes y los objetos. Por supuesto cada sujeto es únicamente consciente del espectáculo resultante de sus proyecciones (como si llevara unas gafas de realidad virtual).


Las proyecciones creadas dependen de nuestro contexto cultural e histórico, de nuestra educación, de nuestras relaciones y del resto de condicionantes que acaban creando nuestro universo simbólico. A esto deberíamos añadir nuestro propio poso psicológico personal marcado por nuestras fobias y filias. El resultado es la realidad que hemos creado. El lienzo es común para todos pero la imagen que percibimos es personal e intransferible.


Por supuesto, personas que pertenezcan a una misma tradición cultural o que compartan un mismo universo simbólico crearán realidades más parecidas entre sí que la que creará otra persona totalmente ajena a su contexto pero al final el espectáculo visual de cada uno es totalmente particular. Además no tenemos ni la más mínima posibilidad de conocer al 100% el aspecto de una realidad ajena ya que todos consumimos el escenario común a través de nuestra propias “gafas” de arquitectura aumentada. En ese sentido todos ven la habitación blanca de una forma distinta aunque todos se hallen dentro de la misma habitación.


Pues es en este sentido en el que entiendo la frase de que cada uno “creamos” la realidad. Compartimos el mismo escenario que convenimos en llamar “la realidad” pero lo que resulta de nuestra interacción con él es totalmente diferente en cada caso.


Esto que puede sonar inquietante en un sentido en realidad es bastante liberador pues nos indica que, aunque no tengamos muchas opciones de modificar la habitación blanca tenemos bastantes posibilidades de configurar su aspecto final en base a las imágenes que proyectemos sobre ella.


imagen: (CC) wolfgang tönschmidt