.
En el anterior post hablé de cómo creamos nuestra propia realidad proyectando nuestra subjetividad sobre el soporte de lo que, a falta de un nombre mejor, llamaríamos “realidad objetiva”. La forma de crear esas proyecciones es a través de las “narraciones” que utilizamos para contarnos nuestra propia biografía a nosotros mismos a través de nuestro diálogo interior como expliqué en este otro post.
Como ya se comentaba en ese post, la habilidad que tengamos para contarnos nuestra vida determinará en gran medida la calidad de la experiencia. Asimismo esa experiencia es el punto de partida para escribir el siguiente capítulo de nuestra biografía. El cómo nos haga sentir esa experiencia va a influir en nuestra forma de escribir el siguiente capítulo, que a su vez va a influir en el siguiente y a su vez en el siguiente etc. Es como la manos que se dibujan a sí mismas de MC. Escher .
El problema es que escribir todos los días nuestra propia vida con nuestros pensamientos es una tarea titánica e intensa. El hecho de que lo hagamos todos los días a todas horas hace que no nos paremos a pensar en lo prodigioso de este proceso. Cada mañana nos levantamos y volvemos a articular el complejo y entramado escenario en el que se va a desenvolver nuestra vida. Volvemos a acordarnos de quienes somos, dónde estamos, cuál es nuestra misión y cómo vamos a desarrollar nuestra jornada atendiendo a todas las actividades de nuestra agenda diaria.
Esta tarea, ya compleja de por sí, se puede sobrellevar porque de alguna manera, más o menos clara, sabemos cuál es nuestro “guión”, sea éste acudir a estudiar, ir a trabajar, realizar un viaje, llamar por teléfono a alguien o simplemente tomarnos la pastilla que toca. Pero si las situaciones que vivimos (esto es; los hechos objetivos que ocurren + la narración que hacemos de ello) son difíciles y no ayudan a facilitar tu trabajo como narrador/ra entonces puede ocurrir que la tarea de “escribir” nuestra biografía se convierta en algo agotador. Si las situaciones difíciles se repiten constantemente, además, y no ves la forma de arreglar el guión, puede llegar un momento en que seas totalmente incapaz de seguir, que no puedas escribir ni una sola línea más.
Eso suele ser lo que ocurre, de forma metafórica, cuando sufres una depresión. El guión de tu vida se ha ido enredando de forma progresiva. La mayoría de las veces ni siquiera sabes como la historia ha llegado hasta ese punto, el caso es que ahora ya no sabes cómo continuar el capítulo. No sientes el deseo de seguir empuñando la pluma, simplemente tienes el deseo de dejarla caer al suelo y abandonarla.
Por supuesto siempre hay formas de continuar la historia aunque la enajenación del momento no te deje verlo. Por desgracia muchas personas llegan a la conclusión de que esa narración ya no hay quien la arregle y deciden poner fin a sus historias... osea, a sus vidas. Sin embargo, con ayuda, puedes darte cuenta de que en realidad, en esos momentos lo único que hay que hacer es escribir un punto y aparte. Girar la página y enfrentarte de nuevo a la hoja en blanco listo/a para dar un giro de guión. No importa cuan complicado sea el embrollo de lo escrito hasta entonces, siempre se puede enderezar la narración a base de articular unas buenas frases que den paso a mejores situaciones. Claro que esto no es fácil si estás tú sola/a y exhausto frente a la hoja en blanco pero con la ayuda adecuada de otros narradores casi cualquier historia se puede retomar.