Es muy común escuchar que el ego es el culpable de muchos de nuestros sufrimientos, y de hecho en numerosas ocasiones así es. Lo que ocurre es que dicha afirmación tiende a hacernos pensar que el ego es algo malo, cuando en realidad de lo que se trata es de considerar su cualidad de falso más que su cualidad de malo o bueno. Es falso en el sentido de que
el ego no somos nosotros, no existe como un “algo” objetivo e independiente, es una ilusión creada por la mente que nos permite asumir una identidad y facilita la autoconsciencia.
Pretender vivir sin ego es como pretender vivir sin piel o sin bazo. Sencillamente no es posible, necesitamos el ego para vivir. Probablemente el ego se creó en la prehistoria casi al mismo tiempo que la consciencia y fue reforzado luego con el nacimiento de las civilizaciones. El ego nos ha ayudado a sobrevivir durante miles de años y su desarrollo desigual ha dado forma a las distintas culturas que conforman la sociedad humana.
El problema no reside en el ego sino en la ignorancia de su existencia ilusoria o la inconsciencia de su actuación sobre nuestra mente. Dicho de otra manera, el objetivo no es eliminar al ego sino aprender a pilotarlo.
Cuando se vive en la inconsciencia del ego, es habitual que éste tienda a extenderse como una masa de líquido a la que no se retiene con ningún recipiente, pero cuando nos hacemos conscientes de su carácter ilusorio es posible ignorar sus órdenes si consideramos que éstas no nos convienen y liberarnos de su tiranía. Conforme vamos ganando independencia de los caprichos del ego, la consecuencia lógica es que su tamaño se va reduciendo, no está presente con tanto protagonismo en nuestras acciones y pensamientos. Cómo muchos de nuestros sufrimientos (aunque no todos) están íntimamente relacionados con los ataques al ego, el hecho de que hayamos ganado distancia y seamos conscientes de su carácter ilusorio provoca que dichos ataques causen mucho menos impacto o incluso que éste sea nulo. La consecuencia lógica es menos sufrimiento.
Si damos por ciertos estos argumentos entonces ¿podríamos deducir que una disminución del ego es siempre conveniente?, cómo en otras cuestiones de semejante calado la respuesta no es tan simple. Pongamos por ejemplo la comparación entre las sociedades orientales y occidentales.
En las sociedades occidentales, donde los egos han sido exaltados tradicionalmente en la mayoría de estratos sociales, se han promovido con más intensidad valores como la culpa, la competitividad o la individualidad. En las sociedades orientales donde tradicionalmente ha habido más consciencia del ego y por lo tanto se ha reconocido más su “toxicidad” (salvo quizá, entre las clases dirigentes), se ha dado más prioridad a la colectividad sobre el individuo y se han promovido con más intensidad valores como la introspección, el autoconocimiento o la relación directa (sin intermediarios) con la divinidad.
Cómo resultado tenemos sociedades occidentales donde la mayor competitividad ha favorecido mayor progreso tecnológico y científico traducido en un mayor bienestar en lo que se refiere a la calidad de vida material, al acceso a la salud, la alimentación y el confort; en definitiva se ha ganado más independencia del medio. Cómo contraprestación la falta de cuidado interior ha acabado provocando sociedades afectadas por el stress, la depresión, la superficialidad y el egoísmo.
En las sociedades orientales la orientación hacia valores más espirituales ha propiciado una mejor evolución interna de muchos individuos que afrontan los grandes estigmas de la humanidad, como la muerte o el sufrimiento, con mayor entereza y fortaleza interna, pero en contraprestación su menor desarrollo tecnológico les ha obligado a entrar mucho más tarde en la revolución industrial ya gozar de peor calidad de vida en lo referente a lo material.
La lógica nos lleva a pensar que lo mejor tal vez sea un equilibrio entre ambas tendencias, y de hecho la actual globalización es lo que está consiguiendo (para bien y para mal), pero supongo que está en la mano de cada individuo valorar hasta que punto vale la pena ejecutar o no los deseos de su ego en favor o en contra de su propio desarrollo interno. Personalmente pienso que “pilotar” el ego con plena atención puede ser una buen vía para conseguir objetivos sin hipotecar nuestro bienestar mental. ¿Y vosotros que pensáis?.