miércoles, 2 de mayo de 2018

Hacia el transhumanismo

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El transhumanismo es un tema que me interesa y me fascina en muchas de sus implicaciones.

De forma resumida diré que me refiero a la variante de transhumanismo que define Ray Kurzweil. Él comenta que la evolución de la especie humana será la de fusionar progresivamente nuestra parte biológica  con una parte tecnológica no-biológica. Al principio esa fusión será muy tenue pero poco a poco nuestra parte no-biológica irá ganando terreno hasta que llegue un punto en el que -en una primera etapa- la parte tecnológica supere a la parte biológica y finalmente la consuma total o casi totalmente pasando a ser una humanidad 99,9% tecnológica y compuesta de algoritmos informáticos en lugar de vísceras ( Insisto en que esto es una descripción rápida y simplificada, podéis leer La singularidad está cerca de Ray Kurzweil para tener una imagen completa de las implicaciones de esta hipótesis).

Cuando comento este hecho entre mis amistades y conocidos la reacción más habitual es de rechazo, incredulidad y escepticismo. “Eso nunca va a ocurrir” dicen sin darse cuenta de que eso ya está ocurriendo. La transformación de la humanidad en una especia no biológica ya ha empezado.

Para comenzar, como ya he comentado en alguna ocasión, parte de nuestras vidas, alegrías y tribulaciones no ocurren en el espacio físico sino en el espacio virtual de las redes; esa buena noticia que te llega por whatsapp y que te arregla el día o esa crítica a una foto en Instagram que consigue ensombrecerte el estado de ánimo y que hace que busques en tu agenda un hueco para mejorar esa selfie que restaurará tu auto-estima. Ese número creciente o decreciente de seguidores que modula tu humor como si de un dial se tratara o el “tercer ojo” tecnológico que arrastramos a cualquier evento o lugar especial al que acudimos -la cámara de nuestro Smartphone- y que nos ha acostumbrado a ver un paisaje, una actuación o un concierto a través de la pantalla del dispositivo. Es como si los dos ojos originales, los biológicos, hubieran cedido su pleitesía al recién llegado ojo electrónico y aceptaran ver la realidad filtrada por éste último. El porcentaje de realidad que consumimos a través de pantallas es cada vez mayor. Por otro lado cada vez son más habituales las apps de nuestros móviles o “Smart watches” que nos aconsejan cuando tenemos que levantarnos de la silla, hacer ejercicio, ir yendo hacia el aula o la sala de reunión o incluso cuando deberíamos ir a dormir. Manejando nuestros vehículos o incluso caminando a pie una voz sintética nos dice hacia donde tenemos que girar o que calle debemos tomar. Y por supuesto lo de memorizar (lo que sea: un número de teléfono, una dirección, una fecha de un evento, la capital de un país) es algo anacrónico. Ahí está nuestro aparatito que lo sabe todo y se acuerda de toda esa información innecesaria de aprender listo para avisarnos con un timbre de alarma o con una cálida voz femenina (¿por qué casi siempre femenina?) cuando nuestra atención sea necesaria.

Las mismas personas que abominan de la idea de perder su humanidad biológica son las que gustosamente están delegando su memoria, su sentido de la orientación e incluso su gestión de las emociones a un sistema electrónico. ¿Aún pensáis que la trans-humanización es algo por llegar?
Claro que esto son sólo los primeros pasos de una proto-transhumanización, el siguiente paso es la “personalización” que avanza a pasos agigantados. Cómo ya expliqué en el artículo El libro que nos lee a nosotros, hemos pasado de “leer” las pantallas a que las pantallas nos “lean” a nosotros. En mi actual trabajo en Adobe puedo ver claramente como el tema de la personalización de los mensajes que las empresas lanzan a sus clientes a través de los distintos canales de difusión es el principal motivo de preocupación de los departamentos de comunicación. Se acabó el “café para todos”, se acabó el diseñar una página web única que represente a la empresa o crear una creatividad para todo el mundo. Cada cliente verá en su pantalla el mensaje que se adecúe a él/ella en base a su perfil. Hasta ahora este proceso de personalización se ha venido realizando de forma semi-manual, definiendo perfiles de usuario a través de la información proporcionada por sistemas de DMP por ejemplo, y asignando unos mensajes a esos perfiles. Estos métodos de personalización son algo toscos y por eso están siendo sustituidos por algoritmos de inteligencia artificial y machine learning que aprende los hábitos de un usuario específico en base a sus patrones de comportamiento y permite llegar a unos niveles de personalización muy concisos.

Esto es algo que ya viene haciéndose de forma regular de un tiempo a esta parte por empresas como Facebook o Amazon y que rápidamente se va extendiendo al resto de. En Facebook, Instagram o incluso Twitter hace ya tiempo que dejamos de ver los posts de forma secuencial. El algoritmo de turno sabe que tipo de información es más compatible con nuestra personalidad, se lo hemos ido enseñando con nuestros “me gusta” con nuestros comentarios, con nuestros gestos de zoom en las fotos y hasta con el lugar donde (y el tiempo que) nos deteníamos a ver tal o cual contenido y nos enseña las fotos, los mensajes o los posts en ese orden fabricado exclusivamente para nosotros. En Amazon hasta nuestro último gesto (tanto en la propia web de Amazon como en las llamadas “third parties”) es analizado para ofrecernos aquello que nos va a gustar.

Seguro que a muchos de vosotros ya os es familiar  esa sensación de entrar a Internet y encontrarnos con una noticia o una comunicación comercial ofreciéndonos ese producto, servicio o lugar  del que hemos estado conversando con nuestras amistades o incluso sobre el que estábamos pensando minutos u horas antes. ¿Cómo? ¿Los algoritmos puede leer la mente o escuchar las conversaciones con nuestros amigos? No, los algoritmos no pueden (todavía) leer la mente de forma directa y -en principio- tampoco pueden escuchar las conversaciones que tenemos con amigos (aunque de esto último no estaría totalmente seguro) pero lo que sí pueden hacer mucho mejor que nosotros es no pasar por alto pequeños gestos inconscientes que pasan totalmente inadvertidos a nuestra mente consciente. Esa visita, casual que haces en internet, ese foco mantenido sobre un impacto comercial en una web o red social, ese clic perdido, ese “me gusta” peregrino, esa búsqueda que has hecho de la que ya ni te acuerdas… todo eso va dejando huellas que los algoritmos siguen con una pericia brutal y acaban sabiendo lo que quieres antes que tú mismo.

Hay que tener en cuenta que estamos, como he dicho, aún en una fase pre-histórica. No obstante, no está lejos el día en que necesitemos la ayuda de un “asistente” para desarrollar muchas de las actividades de nuestra vida diaria. Son muchos los conocidos que me confiesan las dificultades crecientes que tienen últimamente para poder atender los correos electrónicos o los mensajes sin leer de los muchos grupos de Whatsapp en los que están involucrados. La mayoría de nosotros hemos pasado de recibir una docena de mensajes al día y de pertenecer a un puñado de grupos a recibir cientos de mensajes diarios y pertenecer a un número incontable de grupos.   La táctica actual es dejar cada vez más mensajes desatendidos, pero esto genera la ansiedad de estar perdiendo mensajes que quizás sean importantes. Pues bien, este problema un algoritmo que nos conozca lo podrá solucionar muy bien. Ese algoritmo, al que iremos enseñando sin esfuerzo con nuestros patrones de comportamiento, será como un segundo “yo” que sabrá tan bien (o mejor) que nosotros que es lo que nos gusta y nos interesa. La diferencia es que ese algoritmo será muchísimo más rápido que nosotros y analizará en segundos los millones de correos y mensajes de whatsapp diarios que para esos entonces estaremos recibiendo y nos seleccionará los 25, 50 o 100 que considere que merecen de nuestra atención y que por otra parte serán los máximos que podremos abarcar con nuestras limitaciones biológicas.

Claro que llegará el momento que incluso los mensajes que precisen de una respuesta por nuestra parte también se contarán por miles. No hay problema, por aquellos entonces nuestro asistente personal nos conocerá tan bien que podrá responder mensajes por nosotros de una forma tan realista que ni siquiera nuestros más allegados podrán adivinar quien está respondiendo realmente al mensaje. Probablemente llegará un punto en que se establezcan miles de conversaciones entre algoritmos y sólo una parte muy reducida será entre algoritmo y humano o entre humano y humano.
Nuestro asistente se comunicará con nosotros para decirnos algo así como. “Ya te he comprado las entradas para ver una película que se que te encantará. Tenías una cita con el dentista a la misma hora pero no te preocupes, ya la he cambiado para el martes siguiente que sólo tenías la cita con Paula pero te he liberado de acudir poniendo una buena excusa, de todos modos se que no te apetecía mucho ir”. Y tú estarás encantado/a de ver como te han planeado la agenda de toda la semana de una forma genial sin tener que dedicar ningún esfuerzo ni tan siquiera a pensar en ello.

Hasta que punto llegará la delegación de estas tareas a nuestra parte no orgánica y con que complacencia lo aceptaremos es algo que sólo estamos empezando a ver. Podríamos pensar que dicho fenómeno es fantástico si nos libra de realizar todas las tareas tediosas y nos libera de tomar decisiones incomodas. Sobre el papel así podría parecer si damos por hecho que los algoritmos serán perfectos, pero ¿estamos seguros de ello? ¿el diseño de tales algoritmos responde realmente a nuestros propios intereses, tal y cómo nos aseguran, o a los intereses de quien diseña el algoritmo? ¿Servirán apara ayudarnos o para que nosotros ayudemos a los dueños de los algoritmos tal y como ocurre hoy día donde a precio de saldo les cedemos nuestros valiosa información personal a cambio de -en comparación- baratijas tecnológicas?

Mi hipótesis personal es que bajo esa tendencia creciente de personas y empresas a delegar responsabilidades a los algoritmos llegará un momento en que simplemente los algoritmos trabajen para los intereses de otros algoritmos y los humanos biológicos nos iremos quedando relegados a un rebaño de ovejas dirigidos por la nueva humanidad algorítmica. Un montón de zánganos improductivos en un mundo donde la gran mayoría de tareas mecánicas serán realizadas por máquinas y donde incluso las decisiones importantes serán tomadas por “humanos” artificiales. Especular a partir de ese punto es simplemente eso, especular pero parece que ya estará abierta la puerta para el “post-humanismo” donde la humanidad biológica será definitivamente trascendida de una forma tan implacable como suave y silenciosa. No se extinguirá la humanidad, solamente su soporte biológico. Probablemente el legado de la cultura y la historia humana pervivan pero bajo soportes que ahora ni siquiera somos capaces de imaginar.