.
Hay muchos sitios en el mundo que me gustan y aún son más los que me gustaría descubrir y que estoy seguro que también me encantarían, pero hay tres ciudades en el mundo que han marcado mi vida y la siguen marcando mucho. Esta ciudades son Barcelona, Madrid y Lisboa.
No quiero decir que no hayan lugares más bellos del mundo ni siquiera considero que tengan que ser los lugares más bonitos que he visitado, pero son tres ciudades que forman parte indivisible de mi biografía aunque no he tenido residencia en ninguna de ellas. No obstante que no haya tenido residencia en ellas (ese honor se lo llevan primero Santa Coloma de Gramanet y luego Montcada i Reixac) no quiere decir que no haya vivido en ellas, de hecho gran parte de mi vida ha transcurrido en ellas; esto quiere decir que he sido feliz en ellas, he paseado, he trabajado, me he emocionado, he disfrutado, he sufrido, he crecido, he reído y he llorado en ellas. Porque al final la vida se mide en horas y en la intensidad de éstas y son muchas y muy intensas las horas que he pasado en estas tres grandes urbes.
Aunque amo a las tres con todas mis fuerzas la relación con ellas siempre ha sido distinta de la misma forma que no amamos de la misma manera a una madre, a un/a amigo/a o a un/a hermano/o. Cada una me ha conquistado de forma distinta. He aquí un breve resumen.
Barcelona
Es la ciudad en la que nací y a la que considero que pertenezco (en el sentido literal, yo le pertenezco a Barcelona). Mi amor por esta ciudad ya viene de nacimiento, jamás me he planteado mi vínculo con ella. Lo doy más que por hecho no sólo porqué fue el lugar al que llegué al mundo sino porque ya desde que tengo memoria siento ese hilo umbilical que me une a mi ciudad para siempre.
Barcelona es una ciudad auténtica en el sentido más pleno de la palabra y aunque me entristece reconocer que la presión turística de los últimos tiempos le ha hecho perder parte de esa autenticidad en favor de una cultura especulativa de cartón piedra, cuando tienes tantas toneladas de magia como tiene la ciudad condal, puedes permitirte el lujo perder parte de esta autenticidad y seguir conservando ese hechizo que atrae a tantas personas de todo el mundo.
A mucha gente de todas partes del planeta les fascina Barcelona y lo entiendo. Barcelona es una ciudad esotérica llena de misterios que pasan desapercibidos a la parte racional y consciente de la mayoría de vecinos y visitantes pero que es captada por la sensibilidad inconsciente que hay en cada ser humano, de ahí que muchos sientan esa atracción por esta ciudad sin saber muy bien porqué. Por supuesto es algo que se intensifica conforme inviertes más tiempo recorriendo sus calles.
A mi me encanta dar largos paseos por Barcelona, es una de mis actividades favoritas y en las que invertiría gran parte de mis horas libres si no tuviera que atender otras obligaciones. Simplemente soy feliz atravesando sus aceras en silencio y dejándome impregnar por su hechizo.
Madrid
Mi relación con Madrid es excelente. Es una ciudad por la que siento auténtica pasión, pero no siempre fue así. Las primeras veces que fui a Madrid sus dimensiones me abrumaron, todo me parecía enorme y desproporcionado hasta el punto que durante mucho tiempo, erróneamente pensé que no me gustaba. Pero nada más lejos de la realidad, fue simplemente la impresión inicial como cuando pides el plato principal en un buen restaurante y te sacan un manjar de tamaño gigante y adornado con todo tipo de viandas y guarniciones, o cuando te presentan a una persona con una personalidad arrolladora. En ambos casos te sientes intimidado, piensas que no te lo vas a poder comer, en el caso del plato o que no vas a saber como relacionarte, en el caso de la persona.
Pero superado ese shock inicial, cuando empiezas a conocer más de cerca a esta ciudad infinita e intuyes todo lo que tiene que ofrecerte, empiezas a disfrutar de un modo que solamente Madrid te puede provocar. Madrid es de esas ciudades que seguiría sorprendiéndote aunque vivieras 1000 años. Aunque he estado cientos de veces siempre descubro nuevos mundos dentro de ella. Madrid es una ciudad que incluye a muchas otras en su interior y todas ellas increíbles.
Lisboa
Lo de Lisboa fue una auténtico amor a primera vista. En cuanto la visité por primera vez supe que estaría enamorado de ella de por vida. Y como todo buen flechazo que se precie, no sabría explicar que fue lo que me enamoró de ella, simplemente se produjo el milagro y la magia que aún hoy día me acompaña.
Lisboa emana una magia tan intensa como la de Barcelona pero es aún más sutil. Te envuelve desde el primer segundo y esa luz tan especial que tiene se clava en tu percepción para siempre. Mi ánimo siempre se calma y se vuelve más melancólico y sensible cuando estoy allí. Aunque no fui por primera vez a Lisboa hasta que ya fui adulto tengo la sensación de haberla conocido de toda la vida cuando paseo por sus calles. Al igual que me ocurre con Barcelona y Madrid tengo la sensación de pertenecer allí, no me siento extraño. Me gusta pensar que aún cuando me haya retirado de la primera línea del trabajo profesional, siempre encontraré unos días al año para encontrarme de nuevo con mi amor que es Lisboa.
Como ya he comentado en alguna ocasión, considero que el ser se compone de tres grandes dimensiones complementarias, una parte física, un aparte mental y una parte emocional y que la mayor parte de aspectos de la vida tiene un equivalente con estas tres dimensiones. Pues bien en el caso de estas ciudades (al menos en su relación con m persona), Barcelona sería la parte física la que está directamente vinculada a mi cuerpo, como si ella y yo fuéramos uno. Madrid la parte mental, la que más tiene que ofrecerme como estimulación intelectual y Lisboa, sin duda la parte emocional la que me hace sentir en estado de perpetuo enamoramiento.