jueves, 16 de julio de 2015

Belleza y fealdad




Esta mañana mientras desayunaba, presencié un hecho en la cafetería que me llamó la atención.
Entró un señor de unos treinta y muchos con una expresión entre disgustado y confuso, balbuceó a la dependienta de la cafetería lo que quería tomar con unos modales que requerirían una revisión y agarró con un gesto directo uno de los diarios que había disponible en el revistero del local. Luego se sentó a leer y a tomar su café. Apenas un minuto después llegó una señora de una edad parecida y también pidió su consumición en la barra pero con una elegancia infinitamente superior. Al igual que el señor se giró para agarrar el segundo diario que había en el revistero, aunque sus gestos y movimientos eran mucho más delicados. También se sentó a tomar su café y a leer las noticias.

Ya en ese momento me pareció curiosa la diferente percepción que pueden provocar hechos muy parecidos (no olvidemos que lo que estoy relatando es una experiencia totalmente subjetiva), pero lo realmente interesante vino después. El señor acabó su café, se levantó de la mesa con un resoplido y dejó el diario en el revistero con la misma poca gracia con la que lo había cogido y se fue "Bueno, al menos lo ha dejado en su sitio" pensé, pues hay otros/as que se limitan a dejarlo en la mesa y "después de mí el diluvio".

A los pocos minutos fue la señora la que acabó su café, se levantó y se dirigió también al revistero a dejar su diario, pero antes hizo una pausa y se quedó mirándolo. El primer señor había dejado el diario de cualquier manera y lucía torcido, aplastado y he hecho un guiñapo entre los hierros del revistero dando una imagen realmente fea. Pues bien, la señora se entretuvo en sacarlo de sus sitio, desarrugarlo, doblarlo con mimo y volverlo a colocar en su lugar junto a su propio diario para dejar ambos periódicos con una aspecto formidable, luciendo mucho mejor que como estaban al principio y dando una imagen que daba gusto e invitaba a cogerlos suavemente para leer.

Sí, ya se lo que estaréis pensando muchos de vosotros, que si esta mujer probablemente sería una maniática del orden, que si vaya ganas de perder el tiempo etc. Pero el caso es que lo que a mi me maravilló fue comprobar in situ como hay personas que pasan por la vida dejando un rastro de fealdad mientras que otras se encargan de dejar todo más bello de lo que lo encontraron tras su paso.

Aquella señora no tenía ninguna necesidad de dejar aquello tan ordenado, no era su casa, era tan sólo una cafetería a la que probablemente no volvería jamás, sin embargo, a pesar de ello eligió -quien sabe si conscientemente o no- dejar las cosas más agradables para el que llegara después a pesar de que nunca lo conocería ni podría agradecérselo. El otro señor tampoco creo que fuera mala gente, su comportamiento era simplemente un reflejo del desorden que muy probablemente también reinaría en su vida. Pero lo que me hizo reflexionar fue ese hecho precisamente. ¿Hasta que punto nos preocupamos de dejar belleza o fealdad a nuestro paso? y sobretodo, ¿hasta que punto influye ese diferente enfoque de comportamiento en las vidas de los demás y en nuestras propias vidas?