Unos de los temas
que más populares se ha vuelto en el mundo del coaching, la psicología
positiva y el misticismo pop en general es el de la llamada “zona de confort”.
Existen varias
versiones de esta teoría pero todas vienen a decir lo mismo: La zona de confort
es esa que está definida por todo aquello que conoces, que has integrado en tus
hábitos y costumbres y donde te encuentras seguro/a y comodo/a. No obstante,
las nuevas posibilidades, la oportunidades de crecimiento personal o incluso la
promesa de felicidad se encuentran fuera de esa zona de confort y por tanto hay
que tener coraje para salir de ella y lanzarse audazmente fuera, en busca de
todas esas maravillas.
Pienso que la
afirmación de que para descubrir cosas nuevas hay que hacer cosas nuevas y por
lo tanto estar dispuesto a modificar o descartar viejos hábitos, miedos etc.
(llámese zona de confort) es, efectivamente, bastante acertada y difícilmente discutible.
El problema, es que, como ocurre casi siempre en el mundo del coaching-desarrolloPersonal-autoayuda-misticismoPop-newAge,
estas fórmulas se sueltan a la brava como remedio mágico a casi todo, cual
bálsamo de Fierabrás que igual te cura un dolor de muelas que una picadura de
mosquito, un estreñimiento o un mal de amores. Esa manía de soltar soluciones
generalistas a cuestiones que por fuerza son subjetivas, y por consiguiente
distintas y diferenciadas en cada individuo en particular, acaba siendo dañina
en la mayoría de los casos.
Vamos a dar por
bueno que salir de la zona de confort es recomendable para todo el mundo, sin
embargo el cómo y el cuándo se salga de esa zona debe ser algo específico para
cada uno. No hay pesado más pelmazo que aquel que ha salido de su zona de
confort antes de tiempo. Salir de la zona de confort es –por pura definición-
inconfortable, supone cambios que si no se suministran en la dosis adecuada
pueden llegar a ser frustrantes y hasta traumáticos.
“Fuera de la zona
de confort es donde ocurre la magia” dicen, pero también es donde ocurren las catástrofes.
Hay que saber muy bien del lugar de donde partimos y en que dirección nos
movemos para poder encontrarnos, preferentemente, con lo primero y no con lo
segundo. Pienso que lo prioritario antes de abandonar nuestra ZDC es conocerse
muy bien a uno mismo para determinar adecuadamente como han de ser de cortos o
largos nuestros pasos a la hora de cruzar la frontera de lo cómodo-conocido
para poder garantizar un mínimo de posibilidades de éxito. Por supuesto siempre
se asumen riesgos, pero estos han de estar dentro del dominio de lo que podemos
gestionar de forma solvente con los recursos con los que contamos. Nunca se me
ocurriría abandonar una avioneta en pleno vuelo sin paracaídas por mucho que el
interior de la avioneta fuera mi zona de confort. Quizá lo primero sería
valorar que necesito para poder realizar este paso de forma razonable
(encontrar un paracaídas y saber cómo funciona por ejemplo).
Hay personas que
quizá tengan suficientes tablas para poder lanzarse a lo desconocido sin ningún
problema mientras que otras quizá necesiten algún apoyo para hacerlo o tal vez
hacerlo de forma más gradual.
Por ejemplo,
conozco gente que se fue a vivir a Alemania sin conocer una sola palabra del
idioma y eso no sólo no les supuso ningún problema sino que además les sirvió
de acicate para espabilar. Otras sin embargo prefirieron estudiar para tener
una mínima base antes de realizar el viaje ya que lo contrario les hubiera
supuesto un frustración que les hubiera hecho desistir. Yo mismo, cuando
decidir salir de mi zona de confort para aprender a patinar, lo hice a lo
bruto. En dos semanas ya patinaba más o menos bien pero tuve que pagar el
precio con numerosos golpes y moratones. Otros compañeros optaron por “salir de
la zona” más poco a poco pero ahorrándose acabar con los huesos molidos, algo
que les hubiera hecho desistir.
El efecto de
salir de la zona de confort demasiado rápido o en la dirección equivocada
embriagado/a con la soflama del librillo o el artículo de turno suele
traducirse en diferentes resultados, ninguno de ellos bueno. A saber…
Él/la que sale de
su zona de confort muy pronto, se lleva el gran varapalo y vuelve de nuevo a su
interior con el rabo entre las piernas para enquistarse de forma aún más
blindada , sin ninguna intención de volver a intentarlo y criticando a todo el
que se atreve a insinuar lo contrario.
Él/la que después
de darse el primer porrazo fuera de la zona cree que no lo ha intentado con la
suficiente intensidad y sigue probándolo con más ahínco cayendo en una espiral
suicida que le/la acaba poniendo en alguna situación de no retorno en la que
acaba pereciendo o convirtiéndose en todo lo contrario a lo que pretendía en un
principio
Él/la que tras
sufrir las primeras frustraciones fuera de la zona de confort se culpa a sí mismo/a
y se niega a volver de nuevo a dicha zona para re-plantear la estrategia. Por
el contrario sigue acumulando frustraciones hasta triturar su auto-estima al
máximo y cayendo en posturas victimistas o, peor aún, apuntándose a cursos de
auto-ayuda.
Él/la que es
totalmente incapaz de reconocer que ha fracasado en su excursión fuera de la
zona de confort y se pasa el resto de su vida justificándose ante él/ella
mismo/a y antes los demás de cada uno de sus actos.
En conclusión.
¿Quieres salir de tu zona de confort?, adelante, nada te obliga a hacerlo pero
probablemente encuentres muy buenas cosas allá afuera. No obstante se
consciente de que también corres riesgos así que mide tus pasos para asegurarte
que la velocidad a la que sales y la dirección en la que vas es la correcta. No
hay que tener miedo de los obstáculos pero tampoco parece tener mucho sentido
padecer sufrimientos inútiles fácilmente evitables.
Haciendo la
comparación gráfica, salir de nuestra zona de confort es como salir con una
linterna de una habitación con luz a una inmensidad a oscuras. Conforme tu
linterna va iluminando lo que hay a tu alrededor vas decidiendo en qué
dirección será tu siguiente paso y a qué velocidad lo vas a dar. No parece
tener mucho sentido empezar a correr como un/a loco/a si tu linterna no alumbra
más allá de unos palmos. Si lo haces es muy probable que choques con algo y te
hagas un buen chichón.
Imagen via Flickr. Creative Commons by Dirk Durkhorn www.flickr.com/photos/fahrertuer/8845045535/in/photostream/